En nuestros tiempos el concepto tradicional de hombre y mujer está en constante cambio. A diferencia de épocas anteriores, ahora la sociedad parece estar más consciente de que las personas que nacen con unos determinados genitales no siempre se identifican con el sexo al que se supone que deben pertenecer.

Es más, también hay algunos que han confesado no sentirse identificados con ningún género del concepto binario de hombre-mujer, o con ambos a la vez.

En esta discusión intervienen tres conceptos clave que a veces pueden confundirse, pero que es vital tenerlos claros para comprender mejor el tema. Se trata de identidad de género, sexo biológico y expresión de género.

Los términos relacionados al género no tienen relación con la orientación sexual.

La revista National Geographic, en su edición de enero en español, explicó que las diferencias entre los tres términos son las siguientes:

1- Identidad de género: es cuando una persona tiene el sentimiento profundo de que es hombre, mujer, que es ambos a la vez o ninguno de los dos.

Usualmente esto se sabe alrededor de los 3 años de vida. Cuando alguien se identifica con el género que se le asignó al nacer, es decir, con los genitales que posee, se le llama cisgénero, mientras que transgénero son los casos opuesto.

2- Sexo biológico: corresponde al sexo con el que se nació, determinado por cromosomas, genitales, hormonas y gónadas.

Puede ser femenino (cromosomas XX, ovarios, genitales femeninos, etc.), masculino (cromosomas XY, testículos, genitales masculinos, etc.), o intersexual (mezcla de cromosomas, genitales o similares).

3- Expresión de género: esta es la forma en que las personas expresan de forma externa el género. Ello incluye vestimenta, comportamiento y otros.

Los atributos que se etiquetan como femeninos o masculinos pueden varias dependiendo de la cultura.

Por otra parte, también se puede ser andrógino: cuando la expresión de género no es tradicional, o es una mezcla de femenino y masculino.

Según relata la publicación, hay algunas razones biológicas que podrían explicar el que a veces personas que nacen con genitales de un determinado sexo, sientan que pertenecen al género opuesto o a un intermedio. Aquí describimos dos de ellas.

La primera tiene que ver con un gen que marca la diferenciación sexual en los humanos, que se da entre las 6 y 8 semanas de gestación.

En ese período, el gen SRY, que está en el cromosoma Y, provoca que las protogónadas se transformen en testículos. Posteriormente, éstos segregan hormonas masculinas, y el bebé luego nace con sexo biológico masculino. Cuando no está presente ese gen, el feto desarrolla sexo femenino.

Sin embargo, en ocasiones el gen no actúa como se “supone” que deba hacerlo. Entonces ocurre que un embrión XY, que posteriormente debería ser masculino, termina naciendo con anatomía femenina. También puede pasar lo contrario: que el SRY esté presente en el cromosoma X, por lo que quien debería ser biológicamente niña termina naciendo como niño.

Por otra parte, la segunda, que aún está siendo estudiada por científicos, propone que el transgenerismo se puede presentar porque la diferenciación sexual del cerebro ocurre después de que se desarrolla la de los genitales.

Al respecto, Dick Swaab, investigador del Instituto Neerlandés de Neurociencia, explicó a National Grographic que “la diferenciación sexual de los genitales se produce en los dos primeros meses de la gestación, mientras que la diferenciación sexual del cerebro no empieza hasta la segunda mitad del embarazo”.

Eso provoca que los genitales y el cerebro se expongan a diferentes “hormonas, nutrientes, medicamentos que la madre toma durante la gestación y otras sustancias químicas”, lo cual podría afectar la diferenciación sexual, de acuerdo al experto.

En ese sentido, se recalca que no es que exista un cerebro “masculino” y otro “femenino”, pero sí está comprobado que esta parte de nuestros cuerpos posee ciertas características que cambian dependiendo del sexo de la persona, tales como el tamaño del hipotálamo.

El mismo Swaab junto a otros académicos descubrieron que las mujeres trans tienen menos asociadas con la somatostatina (hormona reguladora) que los hombres, algo que igual le ocurre a todo el resto de las mujeres.