La historia de La pequeña casa en la pradera marcó la infancia de millones de personas en todo el mundo. La saga de libros para niños y su posterior serie de televisión nos transportaban a un mundo donde la bondad y los lazos familiares eran más importantes que cualquier otra cosa.

La familia Ingalls se convirtió en un ejemplo a seguir, y es que a pesar de vivir con lo mínimo, siempre se las arreglaban para tomar las decisiones correctas y enseñar a sus hijas sobre los valores humanos.

Sin embargo, la historia real de los Ingalls está muy lejos de la ternura de Laura, la bondad de Mary, la humildad de Caroline y la sabiduría de Charles. De hecho, se trata de una historia oscura y mórbida que se conocen gracias a una autobiografía escrita por la verdadera Laura Ingalls, a los 60 años.

Apoyada por su única hija, Rose, Laura registró todas las desventuras que afrontó durante su vida en el siglo XIX, en el seno de una familia de colonos marcada por la violencia y la pobreza.

La verdadera familia Ingalls
La verdadera familia Ingalls

La vida de Laura Ingalls Wilder comenzó de manera difícil, nació en 1867 en una pequeña casa justo al otro lado del río Mississippi en Wisconsin cuando la Guerra Civil estaba terminando y el país estaba entrando en recesión por la posguerra.

Desde muy pequeña, ella y sus hermanos se acostumbraron a viajar por el oeste de Estados Unidos junto a sus padres. Esto, debido a que su papá Charles era un hombre aventurero incapaz de permanecer quieto en un lugar, por lo cual llevó a su familia a adentrarse en territorios indios, pasando por Kansas, Minnesota y Dakota.

Debido a la poca habilidad para los negocios del jefe de familia, los Ingalls vivían con lo mínimo y se quedaban en pequeños departamentos que luego abandonaban durante la noche, para no pagar el arriendo , así lo consigna el diario inglés The Guardian.

Esa vida nómade evitó que sus hijas Mary, Carrie y Laura tuvieran una educación formal, lo que molestaba y preocupaba de sobremanera a su madre Caroline, quien había trabajado como profesora en el pasado.

Carrie, Mary y Laura Ingalls
Carrie, Mary y Laura Ingalls

Pero no poder asistir a clases, era uno de sus últimos problemas pues a diario debían lidiar con el mal carácter y la adicción al whisky de su padre, quien estaba muy alejado del personaje que todos conocemos, y que fue interpretado por Michael Landon en 1970.

Según la biografía de Laura, durante sus viajes, también conoció lo peor de los colonos de la época. En el texto narra varios momentos que marcaron su vida, como por ejemplo cuando vio a un vecino emborrachándose, arrastrando a su esposa por el cabello y luego quemando la casa. Asimismo, cuando ya tuvo edad para trabajar, sufrió un intento de violación por parte del esposo de una mujer enferma que estaba cuidando.

A esto se sumó la trágica muerte de su hermano menor Charles, quien vivió sólo nueve meses antes de fallecer por causas no conocidas, lo que sumió a su madre en una profunda depresión.

Su errante existencia finalizó cuando Charles recibió una oferta de trabajo en De Smet, en Dakota del Sur, la cual aceptó prometiendo a su esposa que sería la última vez que se mudarían. Con el tiempo, consiguió una granja de la que se hizo cargo hasta su muerte.

Charles y Caroline Ingalls
Charles y Caroline Ingalls

La vida en De Smet tampoco fue fácil, pues se encontraron con más días oscuros debido al clima. Fuertes tormentas de arena arrasaban con todo a su paso, evitando también que llegaran a la ciudad los trenes con provisiones que alimentaban al pueblo.

En ese tiempo, Laura ya tenía 18 años y se había convertido en una bella mujer. Fue en De Smet que conoció a Almanzo Wilder, un joven quien enfrentó la ventisca y cruzó la pradera para comprar una cosecha de trigo a un granjero local. Él salvó a la ciudad de morir de hambre.

Laura se casó con Almanzo, el héroe de la ciudad, en agosto de 1885, quien le dio un hogar propio y la esperanza que sus dificultades terminarían, pero no fue así. Al poco tiempo del matrimonio, Laura y Almanzo contrajeron difteria, enfermedad que dejó al hombre cojo y que los sumió aún más en la pobreza.

Laura y Almanzo
Laura y Almanzo

Cuando aún no se habían recuperado de la enfermedad, otra tormenta de arena azotó la zona en primavera arruinando la cosecha de la familia y matando a las ovejas que tenían. Laura tomó notas de todo lo que sucedía y escribió que “odiaba la granja … Los corderos malolientes, la comida y los platos sucios”.

El desastre los llenó de deudas que no dejaba a la familia vivir tranquila. Los años siguientes de los Wilder estuvieron marcados por el miedo a los tornados, las malas cosechas y la sequía.

En la misma época, Laura perdió dos bebés, lo que la dejó traumatizada y muy dolida, por lo cual decidieron vender la pequeña parcela de tierra que poseían y se mudaron a Spring Valley, Minnesota, donde se quedaron con los padres de Almanzo.

Al poco tiempo nació Rose, su única hija, en quien Laura volcó su devoción.

La familia deambuló por varios pueblos hasta que decidieron apostar por Ozarks, Missouri, atraídos por las historias sobre “La Tierra de la Gran Manzana Roja”, las cuales aseguraban que era un lugar con mucho potencial para asentarse.

Laura y Almanzo Wilder
Laura y Almanzo Wilder

Allí Wilder compró un pequeño terreno pedregoso que convirtió en una granja, donde construyó una casa con 10 habitaciones que Laura llamaba la “casa de sus sueños”.

La pareja vivió allí por el resto de sus días. Fue en este lugar, donde Laura comenzó a escribir La pequeña casa en la pradera, una serie de libros infantiles en los que contaba sus experiencias como colono, aunque por supuesto, eliminando los detalles más terribles de sus recuerdos.

Fue su hija Rose, quien también era escritora, quien la impulsó a crear una autobiografía, la que ha vendido millones de copias en todo el mundo.

Laura murió a los noventa años, en 1957.