El 28 de junio pasado se celebró una vez más el Día Internacional del Orgullo LGBT, una festividad que año a año genera controversia en el mundo entero, debido a la cantidad de marchas y fiestas que se realizan en diversas latitudes.

Desfiles llenos de colores, música y expresiones artísticas que por lo general se pueden apreciar en centros nocturnos enfocados a la diversidad sexual, ademàs de tomarse las calles en países donde incluso la homosexualidad sigue siendo ‘mal mirada’ socialmente.

Y es que cada vez que se habla de “Orgullo Gay”, surgen cuestionamientos del tipo ‘¿Por qué no existe un orgullo hetero?‘ o ‘¿Es necesario salir a las calles maquillados y livianos de ropa para exigir derechos civiles?.

Para entender la raíz de esta celebración masiva, es necesario remontarse varias décadas atrás, específicamente a los años 60, época en que se empieza escribir la historia del movimiento LGBT, en Estados Unidos.

No es un misterio que estos años fueron complejos para el país norteamericanao, pues se vivieron varias revoluciones que favorecieron el surgimiento de movimientos sociales que exigían paz (Guerra de Vietnam) y el cese de la discriminación hacia personas de raza negra, por nombrar sólo un par de conflictos.

En este contexto, se fueron formando pequeñas agrupaciones de homosexuales tanto en la costa este como oeste de ese país. En abril de 1969, en San Francisco se fundó el Comité de Libertad Homosexual (CHF, por sus siglas en inglés), una organización que peleó por los derechos de gays y lesbianas, fundada por los activistas Leo E. Laurence y Gayle Whittington, quienes fueron despedidos de sus respectivos trabajos luego que un periódico local difundiera una foto de ellos abrazados.

mathiaswasik (cc) | Flickr
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A partir de este ataque, la CHF organizó protestas públicas contra las compañías responsables y realizó una declaración de políticas sobre libertad sexual y derechos laborales para homosexuales, y que fue presentada al concejo municipal de San Francisco. De haber sido aprobada, ésta podría haber sancionado la discriminación en empleos en base a la orientación sexual.

Ese mismo año, el joven activista estadounidense Carl Wittman escribió el texto Refugiados en América: Un manifiesto Gay, publicado un año más tarde. Este escrito es considerado como uno de los documentos más influyentes de la liberación homosexual, y marcó simbólicamente el inicio del movimiento LGBT. Fue en sus páginas que Wittman invitó a todos a salir a la calle para pelear por sus derechos civiles.

“La heterosexualidad exclusiva es un gran mal. Refleja el miedo hacia las personas del mismo sexo. Es antihomosexual y está llena de frustración. La sexualidad hetero también es un gran mal. Pregunten a las mujeres del Movimiento de Liberación cómo se comportan los heteros en la cama. Para el macho narcisista el sexo es agresión. Para la mujer tradicional, el sexo es una obligación. Según nuestro punto de vista, convertirse en heterosexual, en el sentido que le dan los heterosexuales represores, no es una curación; es una enfermedad”, reza parte del manifiesto, en su apartado sobre la heterosexualidad.

En la costa este, específicamente Nueva York, también se formaban las primeras manifestaciones de grupos LGBT más radicales, y que no estaban de acuerdo con otros movimientos que ya existían, pues consideraban que eran demasiado ‘conciliadores’ y no se estaba luchando por una real reivindicación.

Es en este contexto que en junio de 1969, tuvieron lugar los famosos disturbios de Stonewall, revuelta que impulsó de manera definitiva el nacimiento del movimiento de liberación homosexual, tanto en ese país como en otras partes del mundo.

¿Qué fue lo que pasó?

El Stonewall Inn era uno de los clubes más populares del Greenwich Village, un barrio bohemio neoyorkino que vio nacer a importantes íconos musicales como Bob Dylan, Jimi Hendrix, Barbra Streisand y Nina Simone. El sábado 28 de ese mes, durante la madrugada, llegó un grupo de policías para inspeccionar el local y ver el correcto cumplimiento del artículo 240.35 del Código Penal de Nueva York.

Este artículo sancionaba a toda persona que usara máscaras, disfraces o alguna alteración facial que hiciera difícil su identificación. Asimismo, prohibía la reunión en lugares públicos de tales personas. Vestir prendas u objetos que no fueran “apropiadas al género” también era considerado una violación al Código.

Los oficiales de la Primera División de Moral Pública entraron al club con la intención de llevar a cabo una redada, lo que en ese tiempo era ‘pan de cada día’. Muchas personas fueron detenidas, sin embargo, en medio de la fiscalización, hubo quienes alzaron la voz e instaron a los presentes a manifestarse en contra de la represión. De este modo, el ‘público’ comenzó a lanzar botellas, piedras y otros objetos contundentes para atacar a la policía.

Photographing Travis (cc) | Flickr
Photographing Travis (cc) | Flickr

Fue tan intenso, que los oficiales tuvieron que esconderse al interior del club para evitar ser golpeados. Muchos de los detenidos lograron escapar y otro tanto invitó a amigos del sector a sumarse a la protesta. Al cabo de unos minutos, llegó más personal policial y calmaron a los manifestantes. Esa noche sería apenas el comienzo de varios días de disturbios y violentos enfrentamientos entre la fuerza policial y la comunidad LGBT, cansada de los abusos, humillaciones y acoso.

Cabe señalar que en la revuelta de Stonewal también estaban presentes las reconocidas activistas Marsha P. Johson y Sylvia Rivera, quienes fueron figuras principales en la fundación del Frente de Liberación Gay (GLF, por sus siglas en inglés), una de las primeras primeras organizaciones que luchó por la reivindicación de derechos civiles; y de la Acción Travesti Callejera Revolucionaria (STAR, por sus siglas en inglés), un grupo dedicado a ayudar personas LGBT sin hogar.

Fue así como comenzó masivamente la larga lucha homosexual y transexual por la reivindación de derechos civiles que han sido negados por décadas. Este conflicto fue el que sentó las bases para el activismo LGBT en diversas partes del mundo, incluso en latitudes donde aún la homosexualidad es penalizada y condenada por las autoridades.

¿Por qué no existe el ‘orgullo heterosexual’?

La respuesta podría parecer obvia, pero vale la pena explicar que no existe un “orgullo hetero” debido a que no han sido precisamente los heterosexuales los que, con el beneplácito de las autoridades, fueron y siguen siendo detenidos, torturados y estigmatizados simplemente por su orientación sexual. No existe código penal en el mundo que avale el arresto de una persona sólo por ser heterosexual, una realidad totalmente distinta que viven millones de homosexuales.

Un escenario alarmante si pensamos que aún existen 72 países que mantienen leyes que criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo, de acuerdo al último informe emitido por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales y Personas Intersex (ILGA, por sus siglas en inglés).

A partir de mayo de 2017, 72 estados siguen penalizando las relaciones consensuales entre personas del mismo sexo, y en 45 de estos estados se aplica la ley a las mujeres como a los hombres”, asegura Aengus Carroll, uno de los autores del informe.

Las formas de castigo van desde golpizas y detenciones, hasta prisión con cadena perpetua y pena de muerte en países como Arabia Saudita, Irán, Sudán, y Yemen.

Mapa de situación LGBT en el mundo | ILGA 2017 by BioBioChile on Scribd

Si bien en otras naciones no se castiga la orientación sexual o las relaciones homosexuales sólo por ese motivo, lo cierto es que todavía las personas pertenecientes a la diversidad LGBT siguen siendo considerados ciudadanos de segunda categoría, en vista que no tienen los mismos derechos civiles que la población heterosexual, única y exclusivamente por amar a una persona del mismo sexo.

Es por eso que mientras siga existiendo en el mundo prácticas como discriminación, invisibilización y criminalización hacia personas homosexuales, la lucha continuará. Año a año serán millones los que saldrán a la calle a recordarle al mundo que están orgullosos de lo que son y que es hora de acabar con la represión en el sentido más amplio de la palabra.

José Francisco Zúñiga | Agencia UNO
José Francisco Zúñiga | Agencia UNO