Algunas veces, las mejores intenciones pueden terminar en desastre si no van acompañadas de los conocimientos necesarios. Este es el caso de Larry, una centenaria langosta que logró escapar a su destino como cena familiar… sólo para morir días después a manos de sus rescatadores.

El crustáceo cobró fama nacional en Estados Unidos luego de que Joseph Melluso, el dueño del restaurante Tin Fish de la licalidad de Sunrise en Florida, llamara a un canal de TV local tras recibirlo de un distribuidor de comida, admirado por su gran tamaño que lo convertía en un suculento platillo de casi 7 kilos. El chef aseguró que, basado en su peso, Larry tenía 110 años -algo factible dado que las langostas pueden exceder el siglo de vida- aunque científicos estimaron su edad en más probables 60 a 80 años.

Tras verlo en la pantalla, un grupo animalista de Costa Rica llamado iRescue decidió actuar. Convencieron a Melluso de perdonarle la vida y cederles el animal, para que ellos pudieran enviarlo al acuario estatal de Maine, al norte del país.

8 días más tarde, Larry arribó al recinto. Muerto.

¿La razón? Un “manejo descuidado” de la langosta por parte de los animalistas, que no sólo tardaron más de una semana en hacerla llegar a su destino, sino que la empacaron de forma inadecuada.

Según detalla el diario Portland Press Herald, inicialmente Larry no debía pasar más de 24 horas dentro de un contenedor, sin embargo cuando en FedEx notaron que este tenía fugas de agua, se negaron a transportarlo. Esto obligó a los rescatistas a buscar un acuario temporal donde alojarlo mientras preparaban un segundo envío, el que se concretó este martes.

Para cuando la langosta llegó el centro marino de Maine, los funcionarios se dieron cuenta de que el animal estaba muerto. Además, notaron que no sólo el empaque carecía de suficiente gel refrigerante, sino que este se había derramado.

“Esta langosta tuvo un viaje que al menos podríamos llamar… desafortunado. Tienes que rodear todo el contenedor con packs de gel refrigerante. Este sólo traía 3 packs”, indicó el portavoz del departamento de recursos marinos de Maine, Jeff Nichols.

Para mantenerse vivas, las langostas deben ser transportadas a una temperatura entre 0ºC y 4.4ºC, apenas sobre el punto de congelación del agua de mar (-1.5ºC). De esta forma, los crustáceos consumen un mínimo del oxígeno presente en su contenedor, pudiendo resistir hasta 4 días en su interior. Si la temperatura sube, como en el caso de Larry, también aumenta su consumo de oxígeno y la posibilidad de morir asfixiada.

WPLG Channel 10
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Pero la falta de oxígeno en el agua no fue lo único que costó la vida al animal marino.

“Se le manipuló demasiado. Al principio la pusieron junto con hielo de agua dulce e incluso estuvo fuera del agua durante un tiempo. Entonces concluyamos que hubo ciertas consideraciones que debes tener al transportar un animal viviente que aquí no se tomaron en cuenta”, asestó Nichols.

Por su parte, Joseph Melluso, el chef que dio a conocer la situación de Larry, se manifestó compungido.

“Es muy desilusionante. Definitivamente fue un final horrible para algo que tenía tantas buenas intenciones y buenas vibras empeñadas”, lamentó.

El periódico estadounidense intentó comunicarse con el grupo iRescue sin recibir respuesta.

La tortura de las langostas que se sirven como alimentos

Previo a la muerte de Larry, la organización animalista PETA había solicitado al acuario de Maine que en vez de hacer a la langosta parte de sus exhibiciones, la liberara en el océano para que viviera sus últimos días en su entorno natural. “Las langostas son seres inteligentes, de conciencia individual, capaces de sentir dolor y sufrir en cautiverio”, expresó su vicepresidenta ejecutiva, Tracy Reiman.

Contrario a lo que se cree, el doctor Jaren G. Horsley, zoólogo especialista en invertebrados, aseguró junto al organismo que las langostas tienen un sistema nervioso muy complejo, el cual les transmite grandes sensaciones de dolor cuando son cortadas. De la misma forma, al sumergirlas vivas en agua hirviendo, “sacuden sus cuerpos salvajemente y arañan las paredes de las ollas en un intento desesperado por escapar. Peor aún, como las langostas no entran en estado de shock cuando son heridas, pensamos que sienten cada momento de sus lentas y dolorosas muertes cuando son cocinadas vivas, en una práctica que el investigador Gordon Gunter describió en la revista Science como ‘tortura"”, sentenció PETA en un comunicado.