La del mar alguna vez pareció una riqueza inextinguible. Por ejemplo, en 1883, en el discurso inaugural de la Exposición Internacional de Pesca en Londres, el biólogo inglés Thomas Huxley aseguraba que las grandes pesquerías como el bacalao, la sardina y la caballa eran inagotables y que no se veían afectadas mayormente por la actividad humana.

Casi 150 años después, el equívoco del famoso científico, más que anecdótico resulta desalentador. Porque como lo muestra el Informe Planeta Vivo 2016 de WWF, las poblaciones marinas han disminuido un 36% solo entre 1970 y 2012, análisis basado en 1.353 especies marinas, la mayoría de ellas peces, que son los que marcan la tendencia.

La sobreexplotación por sobrepesca es la mayor amenaza para estas poblaciones en declive, problema que según estadísticas de la FAO afecta al 31% de las poblaciones mundiales de peces, las que sin una gestión efectiva podrían llegar a la extinción comercial.

En el país, ya lo sabemos, la situación está muy lejos de ser diferente. Según el último reporte de Subpesca sobre el estado de las pesquerías chilenas, de las 25 especies evaluadas, nueve se encuentran colapsadas y seis sobreexplotadas. Si bien hubo una mejora en tres recursos en relación a 2015 –merluza común, anchoveta y langostino colorado-, el que más del 50% de las pesquerías en Chile se encuentren colapsadas o sobreexplotadas más que a celebrar invita a profundizar, con urgencia, los esfuerzos que han comenzado a realizarse para avanzar hacia una pesca sustentable.

Por otro lado, el caso de la merluza común, que anteriormente se encontraba en estado de colapso y el nuevo reporte de Subpesca la ubica en una categoría menos crítica –sobreexplotación-, insta a revisar los criterios bajo los cuales una pesquería modifica su estado. Es claro que la recuperación de estos recursos es un proceso de largo plazo, por tanto, la recategorización debería confirmarse tras un periodo de dos o tres años de cifras positivas, para garantizar que el cambio sea sostenible.

Maribel Fornerod | Agencia UNO
Maribel Fornerod | Agencia UNO

En cuanto a las medidas relevantes que aportarían a cambiar el escenario negativo, enfocadas en la merluza común, se cuentan que el Estado considere presupuesto para los comités científico técnicos y los comités de manejo, así como la implementación misma de los planes de manejo y recuperación, que tienen asociado un costo social que debe ser abordado de forma participativa y con una estrategia integral.

A esto se suma el impulso a acciones más decididas contra la pesca ilegal, práctica que afecta directamente el trabajo por lograr pesquerías sustentables. Este ilícito no solo se mitiga con acciones de control y fiscalización, sino que se debe partir de una visión más amplia que considere la necesidad de un cambio cultural entre quienes cometen este acto de ilegalidad y también de alternativas de diversificación para reducir la presión sobre algunas pesquerías. La pesca ilegal, muchas veces está motivado por la reducción en las cuotas de pesca y en su cadena aparecen intermediarios que compran el pescado ilegal a un precio más bajo pero que al mercado llega a un precio “normal”.

En este aspecto, WWF Chile elaboró el primer reporte que entrega cifras de este ilícito en el país centrado en la “pescada”, y a la vez propone medidas para llegar a soluciones.

Los números arrojados fueron aplastantes: la Pesca Ilegal, No declarada y No regulada (Pesca-INN) de merluza común o chilena, llegaría a niveles entre las 33 mil y 40 mil toneladas anuales, abarcando pescadores artesanales y flota industrial. Así, la Pesca-INN superaría entre 1,76 y 2 veces la cuota total anual asignada para el recurso merluza común a nivel nacional al año 2014.

No obstante la magnitud de este flagelo, la Pesca-INN es solo uno de los problemas que enfrentan actualmente las pesquerías chilenas. La sobreexplotación de la que han sido objeto históricamente debido a deficiencias en el manejo de las mismas, es otro tema clave, así como la falta de una visión de largo plazo que hubiera permitido explotar los recursos de una manera sustentable. A esto se suman los intereses económicos que han primado durante mucho tiempo en la toma de decisiones al momento de determinar cuotas de pesca, el cambio climático que cada vez se vuelve más impredecible y una serie de malas prácticas como el descarte, que a pesar de la implementación de un programa especial (Programa de Descarte y Pesca Incidental) aún no se logra dimensionar.

Valesca Montes
Coordinadora de programa Pesquerías Sustentables de WWF Chile

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