A cuatro años de libertad vigilada y al pago de $10 millones de compensación fue condenado Pablo Alarcón, estudiante que empujó hacia la calle a una fiscalizadora del Transantiago tras no pagar su pasaje, provocando el atropello de la mujer.

El joven, que estuvo 100 días en prisión preventiva, se acogió a juicio abreviado debido al acuerdo entre las partes y a que en todo momento reconoció el delito, que fue recalificado a lesiones graves gravísimas y no se consideró como un homicidio frustrado.

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María Angélica Varas, la fiscalizadora agredida, conversó con el diario La Cuarta luego de conocer el fallo, y aseguró que “pese a todo el dolor y la rabia que siento, lo perdono”.

La mujer añadió que le dio pena ver a Alarcón en el juicio abreviado, pero que no siente odio contra él. Además, indicó que ni él “nadie de su familia se ha acercado a mí. Tenemos una conversación pendiente”.

Consultada sobre el día en que ocurrieron los hechos, cuando el joven la empujó a la calle luego de ser bajado de un bus del Transantiago por otra fiscalizadora, comentó que “él ese día tuvo un momento de rabia y se desquitó conmigo. Quizás nunca pensó que iba a caer de esa forma. A veces no piensan como uno, que es mayor, y cometen errores”.

Se ve que no es un cabro malo. Es un joven de 22 años, tiene una vida por delante y pienso si hubiera sido mi hijo, que tiene su misma edad. La madre es quien sufre”, agregó.

Respecto a su recuperación tras ser sometida a operaciones reconstructivas, declaró que ha sido muy lenta. “Mi oído derecho se cerró, no puedo oír. Mi ojo, que antes del accidente estaba bien, no ve más que sombras; mi boca no puede comer bien, se me cae la comida. Me dicen que tengo que someterme a más cirugías”, dijo.

Finalizó indicando que le ha costado retomar su vida normal, ya que le duele la cabeza y al caminar siente que lo hace en el aire. “Salgo a comprar por acá cerca, pero cruzar la calle me da un poco de miedo, porque no veo bien”, cerró.