Conmoción causó en el país el ataque sufrido ayer por la iglesia de la Gratitud Nacional en la capital, que fue atacada por encapuchados tras una marcha convocada por la Confech.

La acción, que derivó en el robo de un Cristo que fue destruido en la vía pública, pudo haber sido evitada de haber mediado una mejor seguridad policial. Resultó que la tenía, pero la gravedad de los incidentes obligó a redistribuir a los carabineros que cuidaban el recinto religioso.

Según informa El Mercurio en su edición impresa, 24 funcionarios de Fuerzas Especiales fueron destinados a vigilar el entorno de la iglesia, la que también contaba con vallas papales para evitar que se repitieran los ataques ocurridos en ediciones anteriores.

Al término de la marcha estudiantil, encapuchados atacaron varios recintos comerciales, entre ellos una farmacia Ahumada. Además, en la Universidad de Santiago solicitaron el ingreso de carabineros ante graves actos de vandalismo. Esto obligó al redistribuir el personal policial en el sector.

La iglesia siguió siendo vigilada por cámaras de seguridad, pero la policía uniformada sólo se percató del robo del Cristo cuando vieron que siete sujetos salían del templo con él. La explicación es que la cámara que apuntaba a la puerta tenía problemas.

Fuerzas Especiales demoró 40 segundos en llegar, pero ya era tarde. Los encapuchados que protagonizaron el hecho escaparon y hubo un detenido, de quien no se logró establecer su participación en el hecho.

Otras tres personas fueron detenidas por lanzar bombas molotov, pero no contra la iglesia.