En el Hospital Regional se recuperan las dos personas que resultaron fuertemente afectadas por las llamas en el combate de los incendios que han afectado a la zona.

Historias marcadas por el dolor, la humanidad y el compromiso que se mezclan con las múltiples experiencias vividas por quienes ayudaron a terminar con los incendios.

Uno de esos casos es el de Pedro Baeza, quien estaba en su trabajo cuando le avisaron que el fuego avanzaba sin control hacia su casa, en el kilómetro 50 de la Autopista del Itata -sector Crucero de Huaro- en el límite entre las comunas de Tomé y Florida.

Sin pensarlo, Baeza tomó su herramienta de trabajo -el camión aljibe con el que presta servicios en una forestal- y lo llenó en un río cercano para luego dirigirse hacia el fuego con el objetivo de ayudar en el combate de las llamas, en el que estaban sólo los vecinos organizados.

Mientras su esposa, Eliana Flores, lo llamaba al celular nerviosa desde su casa, aunque no tenía respuesta. La gente bajaba desde los cerros llorando, arrancando de las llamas, pero Pedro no apareció.

Más tarde se enterarían que tras vaciar el agua del camión aljibe, se devolvieron a rellenar la máquina, pero el camino estaba interrumpido por un árbol.

El chofer arrancó al pueblo, pero Pedro Baeza no alcanzó, desplomándose sofocado por calor y el humo. Quizá pensó en su esposa que esperaba en casa, o en sus tres hijos de 26, 25 y 12 años. Cuando lo encontraron, todo se quemaba a su alrededor.

En la escala de gravedad, Pedro llegó al Hospital en un nivel 110, cuando 120 es “sobrevida excepcional”, sin embargo su recuperación ha sido satisfactoria. Así lo explicó el médico de la UCI Quirúrgica Gonzalo Egas, quien cree en tres días más podrá pasar a tratamiento intensivo.

La esposa de Pedro, Eliana Flores, ha dormido en los pasillos del hospital y agradece el apoyo prestado en el centro asistencial.

Pedro tiene el 40% de su cuerpo quemado, principalmente en las manos, por lo que no podrá trabajar. Su campo fue arrasado por las llamas y su camión aljibe, con el que trabaja, se consumió bajo el infierno. Para Eliana, los peores días de su vida.

El mismo día aunque más temprano, una historia similar se escribió en el sector Colico Alto de Santa Juana, donde las llamas avanzaban por el cerro y amenazaban la casa de Guillermo Inostroza, de 77 años.

A los pocos minutos, la llegada del incendio era inminente y el anciano soltó a su perro Bronco, por lo cual ordenó parte de sus pertenencias y algunos electrodomésticos.

Incendio que rodeó y destruyó completamente su casa, tras el cual un vecino con un bombero encontrarían al hombre abrazado a un tronco y sin fuerzas.

De ahí lo llevaron a la casa de su sobrina Alejandra Burdiles, que le colocó compresas frías en las manos y la cara. El tío Guillermo se quejaba más, lloraba de dolor.

Fue después evacuado al Hospital de Santa Juana y más tarde al Regional, donde lo estabilizaron y hoy presenta mejoría con hidratación y antibióticos para sanar las escaras del 10% de su cuerpo, explicó el cirujano del Servicio de Quemados, doctor Daniel Méndez.

No obstante, hay una parte de esta historia que sólo se conoció cuando Don Guillermo despertó y que quedó en evidencia al ordenar sus cosas. Él dice que intentó volver a recoger más, pero su perro Bronco no lo dejó, se le puso al frente, le tiró de la ropa y lo arrastró hacía afuera, dándole los minutos necesarios para estar a distancia cuando el fuego llegó a la vivienda.

“Mi perro, fue Bronco, el que me salvó” fue lo primero que dijo al recobrar la conciencia.

Cuando pasó la emergencia, el hijo de Guillermo lo buscó y lo encontró muerto entre los escombros de la casa, lugar al cual volvió Bronco para posteriormente perecer, donde fue enterrado como acto de homenaje.