Sabino Suárez Poblete estuvo 33 días congelado en un frigorífico del lugar donde trabajaba en Rancagua. Desaparecido, muerto, y nadie lo buscó. Hoy su familia se disputa la millonaria indemnización.

El reloj marcaba las 21:45 del 10 de marzo, Colo-Colo ingresaba a la cancha junto a su contrincante, Atlético Mineiro de Brasil, en el marco de la Copa Libertadores. Fue un encuentro que pasó sin penas ni glorias para ambos equipos. Sin embargo, no fue la misma suerte que corrió Sabino.

El joven de 34 años, colocolino de corazón que desempeñaba laborales de limpieza en la empresa, no podía permitir que una jornada laboral le impidiera alentar a su equipo querido, por lo que le pidió prestado un celular con radio a su compañera Carolina Ulloa, y se escabulló hasta el frigorífico de la planta Geofrut. Ahí, entre frutas congeladas, se sentó para escuchar a los relatores desde el estadio, sin saber que la cámara de frío no tenía el oxígeno para la subsistencia humana.

Según consignó The Clinic, la falta de oxígeno  y la baja temperatura que se registraron en el lugar, terminaron matándolo en pocos minutos. Los demás funcionarios, al percatarse de su ausencia, pensaron que había huido y robado el celular de Ulloa, por lo que no se molestaron en indagar más allá.

Estuvo en aquel lugar congelado por más de un mes. Tanto sus amigos, como compañeros de trabajo y su familia, no notaron su ausencia.

Los días avanzaron, y llegó el 2 de abril, el cumpleaños de Sabino. “Lo llamé para saludarlo y su teléfono estaba apagado. Mi tío me dijo que aún no llegaba a la casa. Pensé que había caído preso, pero en Gendarmería me dijeron que no estaba”, recuerda su hermana Yasna.

Pero no fue hasta el 13 de abril cuando supieron de Sabino, cuando John Palma, encargado de la mantención de las cámaras, abrió la elegida por Sabino, encontrándolo ahí complemente congelado.

“No es que no lo hayan buscado porque no lo querían, lo que pasa es que él era de estos a los que les daba el ahogo y se iba. Estábamos acostumbrados a que se fuera, pero siempre volvía. Nunca imaginamos que lo iban a encontrar muerto”, explicó su vecina y leal amiga María de la Cuadra.

Ese 13 de abril, la Policía de Investigaciones se trasladó hasta la empresa y comenzó con las primeras diligencias de rigor. En la instancia, los detectives descartaron la participación de terceros. Mientras que el gerente Pablo Soto, se apresuraba en poner al tanto a su hermana Yasna y su marido Washington, que la culpa del deceso habría sido la imprudencia de Sabino, ya que el lugar contaba con señales de advertencia.

El jefe de la empresa omitió por cierto, que Sabino no sabía leer.

Familia Suárez-Poblete

Pese a no notar su ausencia, las familias Suárez y Poblete se enfrentan por una millonaria indemnización que deberá pagar la empresa a los familiares de Sabino.

Como “medida de gentileza”, y sin que actuará la Justicia para que se haga efectivo, la empresa canceló los gastos de velorio, avaluados en $3.734.000. Sin embargo, el ausente padre de Sabino, con quien comparte el mismo nombre y quién lo abandonó durante su niñez, presentó una denuncia contra la compañía, exigiendo la suma de $445 millones, por el daño moral que le causó la muerte de su hijo y la inexcusable negligencia con la que operó la empresa, sostuvo.

Paralelamente, Raúl Poblete, el tío de Sabino con quien compartía casa, apareció en el noticiero de 24 horas criticando al que alguna vez fue su cuñado, acusándolo de aprovechador.

Tras el anuncio de Sabino padre, su hermana Yasna señaló que aún no descarta demandar también a Geofrut, ya que “nosotros no hemos quedado conformes con la respuesta de la empresa, ellos deberían haberlo buscado. ¿Por qué no nos llamaron ese mismo día para avisarnos que no había salido del trabajo? Yo creo que están conscientes que tienen que dar plata“, explicó.

Es así como la familia de Sabino, quienes no lo extrañaron durante los gélidos 33 días en que yació solo en una cámara de frío, hoy se disputan dinero ficticio, una “herencia” que deja un hombre de 34 años, a quien nadie buscó.