Los resultados de un estudio realizado durante dos años, a partir de 2013 en el bosque templado de la estación biológica Senda Darwin en Chiloé, revelaron que el bosque nativo chileno, debido al cambio climático, almacena dióxido de carbono (CO2), pero también lo libera bajo ciertas condiciones meteorológicas.

La investigación fue publicada en la revista especializada Ecosphere y dio cuenta de la “alta sensibilidad a cambios climáticos” que tienen estos ecosistemas a los cambios en el clima.

Según explicó el académico de la casa de Bello e investigador del IEB, Jorge Pérez, estos bosques absorben carbono incluso en invierno “cuando las temperaturas lo permiten. Sin embargo, esto también implica que en verano el bosque emite carbono, particularmente cuando no llueve y el suelo está muy seco”, detalló.

“El cambio climático hará a nuestro país más cálido y seco. Esto podría impactar seriamente estos ecosistemas que no están adaptados a estas nuevas condiciones. (…) Sería interesante poder monitorear el resto de los ecosistemas de Chile y tener nuestra propia red de sitios de estudios a largo plazo sobre flujos de carbono y otros gases de efecto invernadero”, añadió el académico.

Daniel Casado (IEB)
Daniel Casado (IEB)

Sin embargo, la intervención humana incide con mayor fuerza en las concentraciones de carbono principalmente por la tala, mortalidad y reemplazo de árboles por la actividad forestal en base a monocultivos, los incendios y la agricultura.

Las anteriores son “actividades que aumentan las emisiones de CO2 en la atmósfera y provocan, a su vez, el calentamiento del clima”, indicó el también investigador del IEB y académico de la Universidad Católica, Juan Armesto.

“Este estudio es muy relevante porque los bosques nativos de Chile están siendo degradados o eliminados para usar el suelo con fines agrícolas o para ser reemplazados por plantaciones forestales”, disparó Armesto.

Para la medición, los académicos utilizaron dos torres con sensores para medir flujos de CO2 entre el bosque y la atmósfera con el objetivo de calcular el balance del gas y las diferencias entre capturas y emisiones.

La primera torre, de 42 metros, se ubicó en el bosque en cuestión. La segunda, en tanto, fue instalada en una turbera -un tipo de humedal ácido de origen glaciar- en el norte de la isla.

“Ambos ecosistemas poseen una gran capacidad para almacenar carbono en comparación a otros del sur de Chile, además de ser fundamentales para la regulación del ciclo hídrico. No obstante, tanto los bosques como las turberas se encuentran cada vez más amenazados por la actividad humana”, sentenciaron en el estudio.

Primera torre de medición. Daniel Casado (IEB)
Primera torre de medición. Daniel Casado (IEB)