Seis días cumplen los jóvenes mineros atrapados a más de 200 metros bajo tierra, al interior de los túneles de la Mina Delia II, del Grupo Cerro Bayo, ubicada en la comuna de Chile Chico.

Durante los primeros días la angustia de los familiares se tradujo en duras críticas a la empresa, a la que acusaron de actuar negligentemente con los trabajadores atrapados. Los cuestionamientos también apuntaron al Gobierno, por la lentitud en la llegada de ayuda, mientras se pedía gestionar colaboración desde Argentina.

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Al respecto, el ingeniero civil en minas y académico de la Universidad de Santiago de Chile, Omar Gallardo, descartó los emplazamientos y explicó las labores de rescate que se desarrollan a contrarreloj.

“Los familiares siempre van a pensar que no se utilizan todas las herramientas, pero, por lo que he visto, la minera está haciendo todo lo posible con la tecnología que ellos disponen”, sostuvo.

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De acuerdo a últimos reportes, la empresa minera continúa realizando sondajes para focalizar la búsqueda y llegar al lugar donde estarían los trabajadores, que según las estimaciones, se encontrarían a 1.300 metros de profundidad.

Para el académico de la Universidad de Santiago, el operativo no se puede hacer más rápido, ya que el agua que entró produce un efecto similar al de un alud al interior de la mina, comparando lo sucedido en Atacama con los 33 mineros que quedaron atrapados a 720 metros.

“El rescate aquí es mucho más complicado que el de San José. Cuando es una mina ‘seca’ y se derrumba la galería, no hay problema, porque queda espacio, pero aquí el agua llena todo”, explica.

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De acuerdo a Gallardo, lo mejor que podría ocurrir es que los trabajadores hayan logrado llegar hasta el contenedor dispuesto en la mina, con alimento y aire para diez días. El refugio se encontraba justo en el nivel donde, se presume, habrían quedado atrapados los mineros. De lo contrario, estarían en una burbuja de aire que haría aún más difícil el rescate, dado que podría romperse muy fácilmente.

Finalmente, el especialista indicó que accidentes de este tipo no pueden predecirse, por lo que descartaría que la empresa hubiese arriesgado a sus operadores a sabiendas del peligro al que estaban expuestos.

“Se ve que se está haciendo todo lo posible a la mayor velocidad. Es difícil, pero los familiares de los trabajadores deben intentar tener la mayor calma posible; por lo mismo, deben recibir la información que precisan respecto a cómo se está operando”, concluye.