Salieron con vida de la catástrofe que aniquiló la localidad, pero se preparan para enfrentar algo que requiere aún más esfuerzo: levantar de entre los escombros Santa Olga. Dejar atrás recuerdos, fotos. Sus vidas.

Rescatar una alcancía con algunas monedas, reconocer entre las cenizas algún “chiche” traído desde un viaje, o encontrar a la mascota que todos creían muerta. Esas son las pequeñas alegrías que se viven este viernes y que, probablemente, se seguirán viviendo con el pasar de los días.

El optimista Ricardo Catalán, a pesar de estar afectado por el siniestro, dijo que su comunidad “no está muerta. Todo se va construir de nuevo, los trabajos van a volver y los árboles van a ser verdes de nuevo”.

Y es que la ilimitada capacidad de levantarse de los chilenos queda demostrada en el historial de catástrofes que han azotado al país.

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