Hoy en día las mujeres trabajan de igual a igual con los hombres, lo que no siempre se ve reflejado en los balances o siquiera en los sueldos. Esta visión machista de la sociedad ha provocado la aparición de un fenómeno que afecta a una parte importante de la población, y en muchos casos, sin que ellos lo sepan.

El Síndrome de la Impostora es el nombre del trastorno en el que los pacientes piensan que no merecen estar dónde han llegado y que son un completo fraude.

Esto no se trata de falsa modestia o humildad sino que ellos realmente creen no tener las capacidades, experiencia o incluso inteligencia para desarrollarse laboralmente.

Según explicó al diario español El País, José A. M. Vela, sociólogo y doctorando en estudios Interdisciplinares de Género de la UAM, el Síndrome de la Impostora podría definirse “como la falta de autoestima para desempeñar un puesto en espacios tradicionalmente masculinos (…) y responde a esta autopercepción por la cual una persona se ve menos cualificada para un puesto, cargo o desempeño dado, que sus compañeros”, explica

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Para disimular este sentimiento de “fraude”, se sobrecargan de trabajo, rechazando la ayuda del resto, y cuando logran conseguir la meta lo atribuyen al esfuerzo extra que hicieron y no a su propio merito.

“A pesar de contar con logros académicos y profesionales extraordinarios, están convencidas de que en realidad no son inteligentes y de que han engañado a quienes creen que sí lo son. Creen que su éxito ha sido cuestión de suerte y que, salvo que realicen un trabajo hercúleo, no podrán mantener el engaño”, aseguraron las psicólogas norteamericanas Pauline Rose Clance y Suzanne A. Imes, quienes investigaron el tema a principio de la década del 70.

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Cuando no sabemos manejar estos problemas de autopercepción, generalmente por desconocimiento de lo que nos ocurre, el cerebro hace que se manifeste esa angustia a través de molestias físicas como problemas gastrointestinales, jaquecas, tensión o dolor muscular, insomnio, apatía, conductas de desorden en los hábitos alimentarios; etc.

Nadie está libre

“A veces me despierto en la mañana antes de ir a un rodaje, y creo que no puedo hacer esto, que soy un fraude”, contó la actriz británica ganadora del Óscar Kate Winslet hace algunos años, quien claramente padece este trastorno.

Algo similar ocurrió con su compatriota Emma Watson, quien confesó que lucha contra este problema. “Tengo un sentimiento de inconformidad hacia mí y lo peor es que éste aumenta día a día. A veces pienso, ‘en algún momento la gente se va a dar cuenta que soy un fraude total, no merezco nada de lo que logrado durante los últimos años"”, confesó hace años a la revista Rookie.

El término Síndrome de la Impostora, del cual hay que dejar en claro que no es una enfermedad sino que un conjunto de síntomas o circunstancias que explican que tengamos un determinado comportamiento o forma de ver las cosas, comenzó a ser utilizado a finales de la década del 70, cuando expertos de la Universidad de Georgia identificaron el fenómeno. Desde entonces ha sido investigado llegándose a la conclusión que hasta un 20% de las personas en el mundo lo han experimentado en algún momento.

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Los síntomas son complejos de identificar, pues suelen ser pensamientos privados, sin embargo, si crees tener alguno de los hábitos que mencionamos a continuación, entonces probablemente deberías consultar con un especialista.

– Trabajar más de la cuenta por temor a no estar a la altura.
– Desaprovechar oportunidades por miedo a no lograrlas.
Rechazar responsabilidades o nuevas tareas.
No pedir aumentos de sueldo o no con la seguridad esperada.
– No ser capaz de aceptar cumplidos o minimizarlos con un ‘Lo podría haber hecho mejor’ o ‘Lo puede hacer cualquiera’.
Quitarse méritos.
– No expresar las propias opiniones por miedo a parecer poco inteligente.
– Tratar de buscar la aprobación de los demás y de impresionar para que otros confirmen lo que tú misma no te crees: que eres buena profesional.
– Dejar las tareas para el último momento o posponerlas como excusa para protegerte de las críticas: si no las terminas o las haces a toda prisa, no podrá demostrarse fehacientemente que no sabes llevarlas bien a cabo.

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