Vivir en pareja es un desafío muy importante que muchos suelen tomar. Es un compromiso íntimo con la otra persona, el cual algunos prefieren formalizar y contraer en matrimonio.

No obstante, pese a las constantes luchas contra el sexismo y en favor a la igualdad entre todas las personas, casarse puede significar un gran trabajo para la mujer, suprimiendo parte de sus horas personales para dedicarlas a labores domésticas propias del siglo pasado.

Así lo demostró un estudio de la Universidad de Michigan (EEUU), dirigido por el economista Frank Stafford, en donde se recopilaron datos del Instituto de Investigación Social sobre la convivencia de las mujeres y sus maridos desde 1968.

Según la investigación, el matrimonio proporciona a la mujer hasta 7 horas de trabajo extra a la semana; en otras palabras, una hora más por día (en promedio), que se puede sumar a las labores propias del hogar, con los hijos y a una extensa jornada de trabajo fuera de casa.

Lo anterior sucede por la falta de apoyo de algunos hombres en el aseo del hogar y las tareas que ellos mismos van dejando a su esposa (ropa y loza sucia, desorden; etc), en vez de hacerse cargo de forma personal.

El escenario se pone peor cuando la pareja tiene hijos. Por ejemplo, si en la familia hay 3 niños, estos significarán 28 horas extras semanales de trabajo, en donde usualmente es la mujer quien debe dejar su labor profesional para dedicarse a ellos.

En esta línea, muchos hombres terminan por adquirir un papel laboral fuera del hogar (como sostén económico) y se desligan totalmente del rol de “dueño de casa”.

Nuevas generaciones

Si bien pareciera que los datos corresponden a matrimonios de la edad de nuestros padres o abuelos, el estudio subraya que la tónica incluso se da entre parejas jóvenes. Sin embargo, la investigación también delimita que las nuevas generaciones de parejas cada vez se desligan más de estos roles.

En esta línea, la investigación muestra que en 1976 las mujeres ocupaban 26 horas semanales para hacer el aseo y, en 2005, estas ya estaban reducidas a 17. Por su parte, los hombres pasaron de 6 horas el siglo pasado a 13 en 2005.

Finalmente, Frank Stafford concluye que “el matrimonio ya no es el camino de un hombre a menos tareas domésticas, pero si sigue significando más horas para la mujer en comparación a él”.

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