Jill Dodd es conocida por su carrera de modelo durante los años 80, pero principalmente por ser la creadora de la marca de ropa Roxy, versión femenina de la firma Quiksilver, fundada en 1990.

En una entrevista con un canal australiano, la empresaria dio a conocer algunos detalles sorprendentes de su juventud, como la relación que mantuvo con el multimillonario saudí Adnan Khashoggi’.

En otras palabras Dodd, hoy casada y con tres hijos, fue parte su harén o una de sus múltiples “esposas de placer”, consignó el sitio web de entretenimiento, PlayGround.

Fue a principios de los 80 cuando la exmodelo, en ese entonces de 21 años, trataba de ganarse un lugar en el mundo de la moda en París. Entonces conoció a Khashoggi’ en una fiesta en la Riviera Francesa.

“De pronto, mi pareja de baile paró, cogió una silla y la tiró al fuego. Cogí una e hice lo mismo. Nos reímos y nos abrazamos de golpe como si fuéramos dos imanes, dando vueltas frente a las llamas”, explica Dodd.

“Mareada y sin aliento, finalmente me senté. Mi nuevo amigo me miró a los ojos y con ternura me subió la manga y utilizó su dedo para escribirme ‘te quiero’ en color rojo sobre mi antebrazo”, continuó.

A Dodd le costó un minuto darse cuenta de que era sangre ya que por accidente, o no, se había cortado con un trozo de cristal. Al día siguiente, el hombre misterioso la invitó a pasar el día en su yate.

El Nabila, con 83 metros de eslora (longitud de una embarcación desde la proa a la popa), era el barco privado más largo del mundo. El mismo yate apareció en el clásico de James Bond “Nunca digas nunca jamás”, que después perteneció al sultán de Brunei y luego terminó en las manos de Donald Trump.

La nueva “esposa de placer”

El multimillonario tenía una esposa oficial, pero según parece tenía permitido estar con otras once “esposas de placer”. Por eso, pocas semanas después de conocer a Dodd le ofreció ser una más y ella no dudó en aceptar.

Según cuenta la empresaria, su vida era una fiesta constante: cenas llenas de exceso, fiestas de lujo y ropa de alta costura. “Nos encerrábamos en la habitación durante días y hacíamos el amor, comíamos la comida que nos traía el chef, aspirábamos cocaína y dormíamos cuando queríamos”, explica.

Dos años más tarde, el multimillonario saudí le ofreció pagar sus estudios en una de las escuelas de diseño de moda más prestigiosas de Estados Unidos, oportunidad que le permitió más tarde fundar su empresa.

Tiempo después, Jill decidió poner fin a la relación ya que no se sentía del todo cómoda. A pesar de ello, dice que nunca se ha sentido como una prostituta por vivir esa experiencia.

“Nunca perdí mi independencia, ni mi ambición o creatividad cuando estaba con Adnan. No me arrepiento de nada”.

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