El reconocido científico británico Stephen Hawking dejó de existir este miércoles a la edad de 76 años. Pero aparte de sus diversas contribuciones al mundo de la ciencia, siempre fue reconocido por -y a pesar de convivir por más de 50 años con una enfermedad que lo dejó paralizado de por vida (ELA)-, siempre ver la vida sobre qué podía lograr más allá de su silla de ruedas.

“Traté de llevar una vida lo más normal posible, y no pensar en mi enfermedad o lamentar las cosas que me impide hacer, que no son tantas”, escribió una vez el científico, quien falleció este miércoles. Hawking, sin embargo, distaba mucho de ser normal.

En el interior de su cada vez más deteriorado cuerpo había una mente brillante, fascinada por la naturaleza del universo, cómo se formó y cómo podría terminar.

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“Mi objetivo es simple”, dijo en una ocasión. “Es entender completamente el universo, porqué es como es y porqué existe simplemente”.

Muchos de sus trabajos se centraron en unir la relatividad (la naturaleza del espacio y del tiempo) y la teoría cuántica (la física de lo más pequeño) para explicar la creación y el funcionamiento del cosmos.

En 1974, se convirtió en uno de los más jóvenes miembros de la Royal Society, la sociedad científica más prestigiosa del Reino Unido, con sólo 32 años.