En sus 70 años de historia, Israel forjó una economía próspera, se constituyó como la primera fuerza militar regional y prevaleció sobre muchos de sus enemigos. Ahora muchos se preguntan si Israel se convirtió en su propia amenaza.

Cuando se acerca el aniversario de la proclamación de la independencia el 14 de mayo de 1948, Israel está divido entre quienes piensan que los valores judíos deberían primar y los que están inquietos sobre el estado de la democracia en el país.

“Los israelíes están ligados por el destino. Cuando nuestra existencia está cuestionada, estamos unidos”, explicó Yedidia Stern, profesor de Derecho en la Universidad Bar Ilan y vicepresidente del Instituto de Democracia de Israel, un centro de pensamiento.

Pero una vez que el tema de la seguridad está asegurado, “volvemos a estar libres para pelearnos los unos con los otros sobre el rumbo” a seguir, dijo.

El gobierno de Benjamín Netanyahu, considerado como el ejecutivo más a la derecha de toda la historia de Israel, generó conmoción entre varias personalidades connotadas al presentar un proyecto de ley para reforzar la identidad judía de Israel.

Este tipo de medidas pueden reflejar una búsqueda de identidad en este joven Estado nacido en las cenizas del Holocausto, afirman los expertos.

Los defensores de estas medidas, las justifican diciendo que es una forma de darle voz a otros grupos más allá de las élites tradicionales.

Pero sus detractores, los miembros de la oposición, artistas, universitarios o antiguos altos cuadros, se inquietan de que estas políticas populistas puedan ser una amenaza para la democracia.

Este viaje introspectivo se manifestó recientemente en un proyecto de ley que define a Israel como el Estado Nación del pueblo judío, designando el hebreo como la única lengua oficial y anclando a Jerusalén como la “capital unificada” del país.

El texto fue aprobado en el parlamento en una lectura preliminar.

Un dilema antiguo

El domingo, una comisión ministerial presentó otro texto que limita la facultad de la Corte Suprema para invalidar las leyes que considere que son contrarias a los valores democráticos.

Los ministros que apoyan esta ley consideran que el tribunal acumula demasiada influencia con respecto a otras ramas del poder.

La Corte Suprema levantó ampollas al ordenar la evacuación de algunas colonias en territorios palestinos ocupados o al suspender un plan de expulsión de migrantes africanos.

Al mismo tiempo, el ministerio de Cultura ha buscado en los últimos años cortar los fondos a las instituciones culturales que se demuestre que son “desleales” con Israel.

Esta dicotomía es anterior a la creación de Estado de Israel.

En 1947, los dirigentes sionistas laicos y los representantes de los judíos ultra ortodoxos lograron un acuerdo para que estos últimos, que observan de forma rigurosa las leyes del judaísmo, conservaran el control sobre la vida privada, por ejemplo en temas como el matrimonio y las formas de preservar el shabat, el día sagrado de descanso semanal.

El acuerdo siguió vigente cuando Israel proclamó su independencia, ilustrando una aspiración de poder conciliar los valores democráticos y la naturaleza judía de la nación recién creada.

Israel no cuenta con una constitución sino con un paquete de “leyes fundamentales” que ejercen esta función.

En 1992, el parlamento adoptó dos leyes fundamentales que consagraron los valores “judíos y democráticos” de Israel y que obligan a que todas las normas se ajusten a estos dos términos. Pero la ausencia de una definición clara de lo que es “judío” y lo que es “democrático” se presta a interpretaciones.

¿Un hogar o una fortaleza?

“Un número creciente de israelíes sienten la necesidad de elegir entre lo ‘judío’ y lo ‘democrático’, y tienen la sensación que el equilibrio no se respecta en la aplicación de estos valores”, explicó Yedidia Stern en base a las encuestas que realiza.

Los judíos seculares de origen europeo, con sus valores social-demócratas, dominaron durante los primeros 40 años de la existencia de Israel, indicó.

Pero desde entonces, otros grupos como los judíos originarios de los países árabes, los nacionalistas religiosos y los ultra ortodoxos se afirmaron como fuerzas políticas.

Los árabes israelíes, que representan un 17,5% de la población, también se han involucrado más políticamente.

El conflicto israelo-palestino ha continuado proyectando una sombra en el futuro. Un número creciente de políticos de derecha se oponen a la creación de un Estados palestino y hablan abiertamente de anexar una gran parte de la Cisjordania ocupada.

Pero sus adversarios llaman la atención sobre el tema democrático y demográfico que esto plantea.

Teniendo en cuenta las cuestiones demográficas, Si Israel quiere seguir siendo un Estado judío, va a tener que negarles la igualdad de derechos a los palestinos e instaurar una régimen de apartheid, argumentan.

“Israel fue establecido para el pueblo judío, que casi en nunca se sintió en casa en ningún lugar del mundo, tenga por fin un hogar”
, declaró recientemente David Grossman, uno de los grandes escritores israelíes.

“Actualmente, después de 70 años de éxitos sorprendentes en tantos aspectos, Israel, es con toda su fuerza, quizás una fortaleza.Pero sigue sin ser un hogar. Los israelíes no van a tener un hogar mientras que los palestinos no tengan el suyo”.