En su feudo iraquí de Mosul, el grupo Estado Islámico (EI) replica con drones de combate a la ofensiva de las fuerzas gubernamentales, un ‘modus operandi’ que preocupa a unos países occidentales enfrentados al riesgo de atentados.

Las autoridades francesas avisaron a sus fuerzas de seguridad de que deben tener en cuenta “esta amenaza (…) en todo el territorio nacional”, y les pidieron que consideren cualquier dron como “un paquete sospechoso”.

En octubre, el EI logró por primera vez matar con la ayuda de un dron. Dos combatientes kurdos murieron y dos comandos franceses resultaron heridos en la explosión de un artefacto aéreo en Erbil, cerca de Mosul, el último bastión del grupo yihadista sunita en Irak.

En una Europa que sufrió una ola de ataques yihadistas sin precedentes en los dos últimos años, “el uso de drones por los terroristas y los rebeldes es motivo de una creciente preocupación a nivel internacional”, explica James Devan, director de la ONG Conflict Armament Research (CAR), en un análisis.

Es una amenaza que tenemos en cuenta, especialmente con todos aquellos que volverán del escenario irako-sirio y que se habrán formado ahí”, indica una fuente del Gobierno francés.

Los combatientes del EI recurren a estos dispositivos ligeros sin piloto -que a veces son de fabricación artesanal- no sólo para vigilar, sino también para atacar a las tropas que tratan de expulsarlos de la segunda ciudad del país, que habían conquistado en 2014.

Granada

A mediados de noviembre, un dron de los yihadistas soltó una granada sobre un edificio en el que se encontraban policías, sin dejar víctimas.

Las tropas que cercan la ciudad informaron de varios incidentes similares.

Vimos un dron que se acercaba y nos lanzó una bomba“, recuerda el comandante de las fuerzas paramilitares de Hachd al Chaabi, Abu Mohamed Al Atabi, desplegados en el oeste de Mosul.

En el frente sur, unos drones Phantom 4 bombardearon a unos soldados, cuenta un militar de alto rango.

Los expertos consideran que los drones disponibles en el comercio o los fabricados por el EI aún tienen una limitada capacidad de hacer daño, porque su alcance es corto, disponen de una baja autonomía y no pueden transportar suficientes explosivos para representar una verdadera amenaza.

Pero no cabe duda que los extremistas intentan mejorar sus drones.

En febrero, tras la toma de Ramadi por las fuerzas iraquíes, un equipo de la ONG CAR descubrió en un taller del EI varios elementos de fuselaje y alas de poliestireno, así como componentes de un misil tierra-aire y un giroscopio.

Hasta ahora “ningún grupo terrorista demostró tener drones muy eficaces”, asegura el laboratorio de ideas Combating Terrorism Center (CTC) en un informe.

Pero, gracias a los avances tecnológicos, “los futuros drones serán capaces de transportar cargas más pesadas, y de volar más tiempo y más lejos utilizando líneas de comunicación más seguras”, añade Don Rassler, el autor del informe.

Águilas cazadrones

Uno de los escenarios más aterradores es el del uso de estos dispositivos para lanzar ataques químicos. “Aunque sea difícil, es posible atar aerosoles u otros sistemas a los drones para esparcir agentes químicos y biológicos”, dice Rassler.

Para afrontar la amenaza de estos aparatos algunos países empezaron a utilizar sistemas de protección capaces de identificarlos, seguirlos e incluso eliminarlos.

Estados Unidos recurre a armas antidrones “cinéticas”, es decir, con proyectiles que golpean al dron, y a otras técnicas como las interferencias y los ataques informáticos.

Desde que algunos drones sobrevolaron centrales nucleares francesas en 2014, Francia aceleró su programa de detección y neutralización.

París se dotó, además, de un dispositivo de un nuevo tipo: águilas reales cazadrones.

Esos rapaces se adiestran con trozos de carne atados a aeronaves, y son “capaces de detectar los drones a varios miles de metros y de neutralizarlos”, según el general del ejército del Aire, Jean-Christophe Zimmermann.