Esham y Esha se pasan parte de su vida enclaustradas. Las calles de Lahore no son seguras para estas dos adolescentes, hijas de Asia Bibi, una paquistaní cristiana condenada a muerte por blasfemia, cuyo caso reexaminará el jueves la corte suprema de Pakistán.

El calvario en Pakistán de una condenada por blasfemia y de sus hijas

Asia Bibi fue juzgada en 2010 en virtud de una polémica ley tras una discusión con una musulmana por un vaso de agua. Lleva años en el corredor de la muerte de una cárcel paquistaní.

Según consigna El Mundo de España, Bibi tuvo una discusión con una musulmana, luego de que la primera tratara de tomar agua de un pozo y ser acusada de contaminarlo, al no profesar el islam.

En seis años de batalla judicial, su caso se ha vuelto emblemático de las derivas de una legislación contra la blasfemia que, según sus detractores, suele instrumentalizarse para ajustes de cuentas mediante acusaciones falsas.

El caso de Asia Bibi deja patente que las autoridades paquistaníes parecen dudar entre respeto de los derechos humanos y concesiones a los fundamentalistas religiosos.

En Pakistán, donde el islam es religión de Estado, la blasfemia es un tema muy delicado. La ley prevé hasta la pena de muerte para las personas declaradas culpables de ofensa al islam.

Unas simples acusaciones terminan a menudo en linchamiento. Y los cristianos, una minoría perseguida, suelen ser blanco de ellas.

El caso de Asia Bibi ha tenido eco a nivel mundial. Hizo reaccionar a los papas Benedicto XVI y Francisco. El primero pidió su liberación y el segundo recibió a su hija en 2015 y rezó por la condenada.

El marido de Asia Bibi escribió al presidente paquistaní Mamnoon Hussain para pedirle un indulto y autorización para irse a Francia, pero fue en vano.

El Tribunal Supremo ha desestimado varios recursos y el año pasado sólo aceptó revisar el caso. Si este jueves no invalida la pena de muerte, a Bibi sólo le quedará esperar un indulto presidencial.

Reunión con el papa

Desde hace seis años la familia de Asia Bibi vive con miedo.

“Siento que el papa reza y va a seguir rezando por mi madre y que al final, gracias a eso, será liberada”, declaró recientemente a la AFP Esham, de 18 años.

En 2011, el gobernador de la provincia del Punyab, el progresista Salmaan Taseer, murió asesinado por su propio guardaespaldas tras haber defendido la causa de Asia Bibi.

Su asesino, Mumtaz Qadri, murió en la horca, lo que desató la ira de los extremistas, que claman la ejecución de la cristiana.

Unos hechos que acotaron todavía más los movimientos de Esham y Esha.

“Papá me decía que no saliera, que la situación fuera era muy mala” durante los días que siguieron al ahorcamiento de Mumtaz Qadri, explica Esham. “Nos quedábamos dentro todo el tiempo”, añade. “Un día, alguien llegará y me preguntará: ¿eres la hija de Asia Bibi?”

Esha Bibi
Esha Bibi | Agence France-Presse

Separadas por precaución

Dos veces por mes, las hermanas van a Multan, a 350 kilómetros de allí, a visitar a su madre en la cárcel. “Le contamos lo que pasa en casa”, dice Esham.

Las visitas comienzan con alegría y terminan con pena. “Está triste porque sus hijas van a verla desde tan lejos y ella no puede ni abrazarlas”, suelta.

Esham y su hermana Esha, de 17 años y con una minusvalía física y mental, vivían hasta hace poco con un tutor, separadas de su padre por motivo de seguridad. Pero la familia logró juntarse.

Según la organización Human Rights Watch, 17 personas se hallan en el corredor de la muerte por blasfemia en Pakistán. Ninguna ha sido ejecutada.

La audiencia del Tribunal Supremo será de suma importancia, estima Mustafá Qadri, experto en derechos humanos. Un dictamen favorable a Bibi “transmitiría un mensaje fuerte al mundo, de que Pakistán respeta el Estado de derecho”, dice.

Los extremistas “reaccionarían seguramente con furor y sin duda con violencia”, pronostica el experto.

Algunos sermones del viernes presentan al asesino del gobernador como un héroe y se ha erigido un monumento en su honor cerca de Islamabad.

En Lahore, Esham y Esha no pierden la esperanza. “Mi madre será liberada. Le pido que rece por ella“, dice la hija mayor.