Azita Rafaat, es una mujer afgana de 38 años, quien desde marzo vive en Suecia tras pedir asilo y así poder escapar de su marido.

Rafaat en una entrevista a diario El Mundo de España, cuenta que fue obligada a casarse por su padre hace 18 años con un primo -8 años mayor que ella- que era analfabeto y que tenía otra esposa y una hija (la poligamia es permitida en Afganistán).

Según cuenta Rafaat, pese a que su padre era profesor de historia y abogaba por un mayor acceso a la educación para las mujeres, la obligó a casarse por cuestiones de seguridad, debido a que en esa época, el país era regido por talibanes.

De igual modo, Azita llegó a ser diputada en Afganistán entre 2005 a 2010, convirtiéndose en la proveedora de su familia, incluyendo a su marido y al otro matrimonio de él. Además habla 6 idiomas y estudió ciencias políticas.

“Cualquier relación que ocurre en contra de tu voluntad es una violación. Pero es una violación contra la que no puedes levantar la voz, porque en Afganistán la gente considera que no te están violando si la persona que lo hace es tu marido oficialmente y quiere tener relaciones sexuales (…) Si por violación se entiende eso, yo he sido violada toda mi vida”, señala la mujer al ser consultada por como era la relación con su marido.

Disfrazar a su hijo

Luego de años de matrimonio, Rafaat y su esposo tuvieron 4 hijas, algo que molestaba al hombre, pues en Afganistán no es bien visto que una familia no tenga un varón.

“Para la mayoría de las familias afganas, los hijos varones tienen más valor porque el hombre es quien tiene derecho a la herencia y se queda en la casa paterna cuando se casa. Así que pasé a la acción: vestí de niño a mi hija, le corté el pelo y le cambié la identidad”, cuenta la mujer.

De esta forma, Rafaat evitaba ceder a las presiones de su marido y seguir manteniendo relaciones sexuales con él, o violaciones como ella las describe.

Un engaño del que su esposo nunca se dio cuenta, pues según ella “paseaba por la calle con su hijo tomado de la mano, sintiéndose orgulloso, o le pedía que hiciera algo delante de los invitados en casa”.

Su caso fue visto por una periodista sueca, quien escribió un libro sobre ella y la invitó a la presentación de la obra en marzo pasado, en el país nórdico.

Tras llegar a Suecia, Rafaat pidió asilo junto a sus 4 hijas, dejando a su marido en Afganistán y la menor de sus niñas, ya no tuvo que vestirse de hombre.