El gobierno británico pidió el miércoles calma en el caso del envenenamiento de un exespía ruso por el que todas las miradas se dirigieron hacia Moscú, que rechazó toda implicación y denunció una campaña antirrusa.

“Tenemos que mantener la cabeza fría”, dijo la ministra de Interior, Amber Rudd, tras presidir una reunión de emergencia del gobierno británico, advirtiendo que la investigación será “un proceso largo”.

Rudd anunció que este miércoles se sabrá algo más sobre el gran misterio en estos momentos, la sustancia venenosa: “Sabemos más cosas sobre la sustancia y la policía emitirá un comunicado esta tarde”.

Serguéi Skripal, de 66 años, excoronel de los servicios secretos militares rusos que pasó información al enemigo, y su hija Yulia, de 33 años, que vive en Rusia y estaba de visita, se debatían un día más entre la vida y la muerte tras ser hallados el domingo inconscientes en un banco en las calles de la ciudad inglesa de Salisbury, en el sudoeste de Inglaterra.

Según testigos, ambos parecían bajo los efectos de la heroína, no tenían heridas visibles y están siendo tratados en un hospital de esa ciudad “por sospechas de exposición a una sustancia desconocida”, según la policía.

La policía emitió un nuevo comunicado este miércoles pidiendo la colaboración de testigos, ampliando el cordón policial -que se centraba en torno a un pub y un restaurante italiano- y precisando que “el centro de atención en estos momentos es determinar qué (sustancia) enfermó gravemente a estas personas”.

Moscú denuncia una campaña antirrusa

La reunión del gobierno de Theresa May se produjo al día siguiente de que el ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, dijera en el Parlamento que Rusia es “una fuerza maligna y perturbadora”, y advirtiera: “Aviso a los gobiernos de todo el mundo de que ningún intento de cobrarse una vida inocente en el Reino Unido quedará sin castigo ni sanción”.

Moscú respondió denunciando “una campaña antirrusa en la prensa”, lamentó la portavoz del ministerio ruso de Relaciones Exteriores, Maria Zajarova, en una conferencia de prensa.

“Esta historia acabará como de costumbre: de entrada, acusaciones sin fundamento, luego guardarán sus secretos y ni los periodistas, ni la gente, ni los políticos sabrán qué ocurrió realmente”, añadió.

No se trata del primer caso de exiliado ruso envenenado en el Reino Unido: antes hubo Alexander Litvinenko (2006) y Alexander Perepilichni (2012).

Síntomas de sustancia química, más que radiactiva

La fuerza antiterrorista de la policía se ha hecho cargo del caso, aunque de momento no ha sido oficialmente tildado de atentado terrorista.

Muy cerca de Salisbury está el laboratorio militar de Porton Down, donde la prensa británica cree que se está analizando la posible sustancia ponzoñosa.

El caso recuerda al de Alexander Litvinenko, el exespía ruso, y luego enemigo del presidente ruso Vladimir Putin, asesinado con una sustancia altamente radiactiva -polonio 210- puesta en su té en un lujoso hotel de Londres por dos agentes rusos.

Tras ser condenado en Rusia a 13 años de cárcel por pasar información a Londres, Skripal entró en un canje de espías en el aeropuerto de Viena en 2010 y desde entonces vivía en el Reino Unido.

Las imágenes de videoseguridad de un gimnasio cercano muestran al excoronel caminando normalmente con una mujer rubia poco antes de caer enfermo.

El profesor Malcolm Sperrin, profesor de física médica que estuvo en el ejército, estimó que Skripal y su hija no sucumbieron a una sustancia radiactiva.

“La velocidad a la que ocurrió sugiere que probablemente no se trate de radiación, porque el envenenamiento por radiación suele tardar de diez horas a varios días en mostrar síntomas tras la exposición”, explicó.

“Algunos síntomas descritos en el caso de estas dos personas sugieren que pudo ser químico, pero no podemos estar seguros. El plazo de tiempo tras ser expuesto a sustancias químicas suele ser de unos segundos a minutos”.

Sperrin cree que si la sustancia química se hubiera consumido encapsulada, el responsable habría tenido “tiempo para escapar”.

La prensa británica especula que la sustancia usada pudo ser talio, un metal muy tóxico que se solía usar como matarratas.