El presidente francés, Emmanuel Macron, se enfrenta este martes, en plena caída de popularidad, a una primera jornada de manifestaciones contra su reforma laboral y que pone a prueba su capacidad para transformar a la segunda economía europea.

Varios miles de personas comenzaron a salir a las calles en toda Francia contra este texto destinado a flexibilizar el mercado laboral, piedra angular de su programa para doblegar un desempleo que alcanza casi el 10%.

Se registraron, además, huelgas en el sector público, la compañía ferroviaria (SNCF) y en el sector aéreo, donde la compañía de bajo costo Ryanair canceló 110 vuelos.

Pero el joven mandatario de 39 años no tiene la intención de dar el brazo a torcer sobre esta reforma que forma parte de sus promesas de campaña.

En un discurso, pronunciado el viernes, reiteró su “determinación absoluta” y advirtió que “no cederá nada” ante “los holgazanes, los cínicos o los extremos”.

Unas palabras que podrían galvanizar a los manifestantes. “Imbéciles, cínicos, holgazanes… ¡Todos a la calle!”, respondió inmediatamente en su cuenta en Twitter el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, quien se ha alzado como el principal opositor a Macron.

“Terminará por ceder, este país no quiere un mundo liberal (…) Estamos en Francia, no en Reino Unido”, declaró el líder del partido Francia Insumisa, quien desfilaba en Marsella (sureste).

Para Bruno Cautrès, del Centro de Investigación Política Cevipof, Emmanuel Macron “está arrojando aceite al fuego”. “Todos los ingredientes están reunidos para que esto se caliente”, advirtió.

Sindicatos divididos

La reforma laboral de Emmanuel Macron, el primer gran desafío de su mandato, pretende reforzar el papel negociador de las empresas sobre las condiciones de trabajo y limitar las indemnizaciones por despido improcedente.

Su objetivo es dar más flexibilidad a las empresas para impulsar las contrataciones y frenar el desempleo, que afecta al 9,5% de la población activa, frente a un promedio de 7,8% en Europa.

Busca también ganarse la confianza de sus socios europeos, que exigen desde hace años reformas estructurales en Francia.

Para imponer sus cambios, Macron optó por el método acelerado de ordenanzas, que impide el debate sobre el contenido y apenas da margen para votar a favor o en contra.

Los cinco decretos se presentarán ante la Asamblea Ncional, donde Macrón tiene holgada mayoría, antes de terminar 2017.

Ésta también será una jornada de prueba para los sindicatos franceses en un contexto de división sobre la línea a adoptar frente al Ejecutivo.

Apenas un año después del frente común que se alzó contra la reforma laboral del expresidente socialista, François Hollande, dos de los principales sindicatos franceses, FO y CFDT, no secundaron el llamado de la CGT a la huelga, pese a que las tres centrales estiman que la reforma da todo el poder a las empresas y recorta derechos de los trabajadores.

La reforma del Código Laboral es una parte fundamental de la agenda de Macron y el primer paso de una revisión más general del modelo social de Francia, que incluirá otros cambios mayores en las prestaciones de desempleo y las pensiones.

Estas protestas se producen en un momento delicado para el mandatario, cuya popularidad se ha desplomado desde que asumió el poder en mayo. Una encuesta reciente mostró que apenas el 40% de los franceses está satisfecho con su labor.

“El sentimiento de que esta reforma no es justa empieza a instalarse, lo que no es una buena señal” para Macron, observó Frédéric Dabi, de la encuestadora Ifop.

Macron no estará en París para presenciar las protestas, ya que viajó el lunes por la noche al Caribe para visitar las islas francesas arrasadas por el huracán Irma.