Los jefes de la industria automotriz alemana y altos responsables del gobierno alemán se reúnen este miércoles para analizar el futuro de los motores diésel, en plena crisis del sector, desacreditado por los escándalos sobre las emisiones de gases contaminantes de los coches.

El objetivo de esta reunión de crisis es encontrar soluciones concretas para reducir los niveles de gases contaminantes y evitar así las restricciones a la circulación de vehículos diésel con la que amenazan varias ciudades.

Una perspectiva que inquieta tanto a los 12 millones de usuarios de vehículos diésel en Alemania como a los fabricantes. Casi un tercio del parque automotor en el país es diésel.

La industria automotriz se colocó ella misma “en una situación muy difícil” y tiene ahora “una gran responsabilidad para reconquistar la confianza”, advirtió el ministro de Transporte, Alexander Dobrindt, miembro de los conservadores bávaros del CSU, aliados del partido de la canciller.

“No estoy dispuesto a ceder a los amiguismos”, agregó en una entrevista el lunes por la noche con la televisión pública ARD, para contrarrestar las regulares críticas sobre la presunta indulgencia del poder con esa industria.

Dilema

Todos los fabricantes de coches en Alemania, Volkswagen y sus marcas Audi y Porsche, Daimler (Mercedes-Benz) pero también Opel y el estadounidense Ford, participarán de este “foro nacional” en Berlín organizado por el gobierno y que se celebra dos años después de comenzado el escándalo de los motores diésel.

Volkswagen, número uno mundial del sector, reconoció entonces haber equipado 11 millones de unidades con motores diésel de un programa que accionaba un mecanismo interno para limitar las emisiones contaminantes durante los controles.

Desde entonces la sospecha se extendió al conjunto de la industria, que es objeto de numerosas investigaciones judiciales. Los constructores franceses PSA o Renault, así como el ítalo-estadounidense Fiat Chrysler también están en la mira de la justicia por engaño.

El contexto se ensombreció además con la revelación de las sospechas de cartel entre los constructores alemanes, que habrían, según el semanario Spiegel, sentado las bases para la manipulación de las emisiones contaminantes.

El gobierno alemán quiere mostrarse firme frente a los constructores, pero al mismo tiempo tiene que apoyar un sector que representa un quinto de las exportaciones del país y 800.000 empleos.

“Se trata de criticar lo que debe ser criticado, conservando en mente que se trata de una industria estratégicamente importante en Alemania”, subrayó Ulrike Demmer, portavoz de la cancillería alemana.

No ‘diabolizar al diésel’

Los últimos años, los fabricantes alemanes invirtieron mucho en los motores diésel ya que emiten menos dióxido de carbono que los motores de gasolina. Es por ello que la canciller Angela Merkel pide no “diabolizar al diésel”.

Pero la otra cara de la moneda de esta tecnología es que emite más óxidos de nitrógeno (NOx) que contribuye en la ciudades a la formación del ‘smog’, responsable de enfermedades respiratorias.

De cara a las legislativas del 24 de septiembre en Alemania, el tema se convirtió en objeto de rivalidad entre socialdemócratas y conservadores.

El aspirante a suceder a Merkel por la izquierda alemana, Martin Schulz, estimó “insoportable” la ausencia el miércoles en esta reunión de la canciller, que se encuentra de vacaciones.

Pero para Stefan Bratzel, experto del sector y director del Center of Automotive Management, la responsabilidad de la crisis es ampliamente compartida.

Los fabricantes maniobraron mintiendo sobre las emisiones, pero fue “con la aprobación silenciosa de las instancias políticas” de todo el arco político, estimó Bratzel. Es por lo tanto necesaria una “revisión completa” de las relaciones entre la industria y los poderes públicos, añadió.

El jefe de gobierno de Baja Sajonia, accionista de Volkswagen, Stephan Weil, insistió por su parte que mediano plazo al menos no se deben prohibir el ingreso de coches diésel a los centros urbanos.

“Los automovilistas no son los que tienen que pagar los platos rotos”, consignó el miércoles el periódico Bild.

Pero un estudio de Greenpeace muestra que 57% de los alemanes apoyan la idea de una prohibición de esos vehículos en las ciudades más contaminadas. Sin embargo los los coches diésel siguen siendo muy populares en Alemania. En julio representaron 45% de las ventas de coches nuevos.

Los constructores alemanes cuentan en los coches con motores diésel modernos, “descontaminados”, para respetar la reglamentación europea en materia de reducción de emisiones.

Y ya propusieron o anunciaron la mejora a su cuenta de algunos de sus vehículos que ya están en las calles para eliminar los efectos del programa que filtraba las emisiones de NOx.

Pero Greenpeace ya respondió el miércoles por la mañana desplegando una inmensa barrera en el ministerio de Transporte, adonde estaban llegando los participantes del foro. En ella les deseaban con ironía: “Bienvenidos a Fort NOx”, en alusión al lugar en donde Estados Unidos almacena sus reservas de oro.