Unas 130.000 personas habían firmado ya este martes un manifiesto para que la reina Isabel II, y no el Estado, pague de su bolsillo la restauración del palacio londinense de Buckingham, estimada en unos 450 millones de dólares.

La solicitud, dirigida al ministro de Finanzas, Philip Hammond, argumenta que “la Corona y sus propiedades deberían financiar sus propias renovaciones”.

El escritor Mark Johnson, que lanzó la iniciativa, estimó: “hay una crisis nacional de la vivienda, la sanidad pública está en crisis, la austeridad presupuestaria obliga a recortar servicios esenciales. Ahora la familia real espera que hagamos un esfuerzo adicional para restaurar el palacio de Buckingham”.

El patrimonio de la Corona es inestimable. En una palabra, esto es insultante”, añadió.

El manifiesto coincide además con la presentación del presupuesto, el miércoles, del que no se esperan grandes partidas para ayudar a las familias en apuros.

El gobierno anunció el viernes el proyecto de renovación del vetusto palacio, la residencia de la reina en Londres, que durará una década y servirá para instalar nuevos cables eléctricos y cañerías, pero también paneles solares.

Está previsto que los trabajos empiecen el año que viene y acaben en 2027.

El gobierno pidió al Parlamento la aprobación del presupuesto de 369 millones de libras (más de 30 mil millones de pesos chilenos) para las obras, incrementando la parte que la familia real recibe del Patrimonio de la Corona (Crown Estate), que gestiona las propiedades reales, del 15% actual a un 25%.

La reina Isabel II y su marido, Felipe de Edimburgo, seguirán residiendo en el palacio del siglo XVII, aunque temporalmente tendrán que cambiar de habitaciones, pero parte de los 37 empleados que residen permanentemente ahí tendrán que mudarse.

La última gran crisis de la monarquía británica se produjo en 1992, el “annus horribilis”, en palabras de la reina Isabel II, cuando la opinión pública se volvió contra ella por temor a que el Estado costeara la reparación del castillo de Windsor tras un gran incendio que dañó más de 100 salones y habitaciones.

Finalmente, la reina pagó el 70% de los gastos mediante la apertura al público del palacio de Buckingham por primera vez.