Las armas procedentes de los Balcanes equipan desde hace tiempo a los delincuentes de toda Europa e incluso sirvieron a los yihadistas que atacaron París en 2015. Bosnia y Serbia se proponen frenar este comercio ilegal.

El 13 de noviembre de 2015, los yihadistas que atacaron París estaban armados con “zastavas”, unas armas automáticas yugoslavas. Unos meses antes, el grupo armado que atacó la redacción del semanario Charlie Hebdo, tenía un lanzacohetes que venía de los Balcanes.

Según Robert Gelli -un alto magistrado francés, director de asuntos criminales, que se desplazó recientemente a Belgrado para reunirse con sus homólogos- el hampa serbio aparece en un tercio de las investigaciones en Francia por tráfico internacional de armas (31,5%).

“Las armas ingresan a Europa occidental y su uso es un problema mayor”, dijo Ivan Zverzhanovski, que dirige un programa de Naciones Unidas destinado a combatir el tráfico de armas.

El ministro bosnio de Seguridad, Dragan Mektic, reconoció recientemente “que en Bosnia hay armas fuera de control” y que “los traficantes las compran”.

Depósitos yugoslavos

“Los actos de terroristas en Europa occidental aumentan, hay que tratar este problema con determinación y claridad”, dijo el fiscal serbio para el crimen organizado, Mladen Nenadic, en ocasión de la firma en octubre de un acuerdo con la justicia francesa para crear equipos de investigación conjuntos.

En noviembre de 2015, durante el juicio del general serbio Ratko Mladic en el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia, un testigo explicó el origen de esas armas.

La doctrina de “defensa territorial” impulsada por Tito dispersó armas en todo el país. “Debíamos evitar que cualquiera nos sorprendiera”. “La mayoría de la gente estaba armada (…) a veces se dejaban armas en depósitos, a veces se las llevaban a sus hogares”.

Durante el juicio de Slobodan Milosevic otro testigo contó en 2003 cómo las armas de los “depósitos de la JNA”, el ejército yugoslavo, fueron distribuidas “a los habitantes de los pueblos serbios”.

En un informe de 2014, el centro de estudios especializado con sede en Ginebra, Small Arms Survey, estimaba que los 25 millones de habitantes de los Balcanes tenían en sus manos entre 3,6 y 6,2 millones de armas de fuego.

Sólo en Serbia habría hasta 900.000, según las estimaciones de las autoridades, a pesar de seis campañas para recuperar las armas a cambio de una amnistía, lanzadas desde el asesinato del primer ministro Zoran Djindjic en 2003. Sarajevo también estudia una medida de clemencia similar.

Por autobús o por correo

Al comienzo de las guerras en la región a principios de los años 1990, sólo en Bosnia había más de 600 arsenales, a veces en subsuelos. Armas cuyo rastro se perdió en el caos de los conflictos.

Ahora, se las puede encontrar en París o en Estocolmo, enviadas por pequeñas cantidades, a veces desarmadas en piezas, en vehículos particulares o en autobuses, también por correo, según una fuente judicial.

En la estación de autobuses de Belgrado, entregar contra un pago un bolso a un viajero no plantea problemas, señala una fuente policial.

Cuando llega un encargo se compran las armas por unos 300 euros en los Balcanes, para luego ser revendidas por diez veces esa suma en Europa occidental.

Este tráfico no necesita una organización elaborada. “En Bosnia no se desmanteló hasta ahora ningún grupo serio de traficantes de armas y municiones”, analiza Jasmin Ahic, de la facultad de criminología de Sarajevo.

En una de las operaciones más importantes de 2016, bautizada “Postdam”, se incautaron “cinco fusiles”, dice este experto. El tráfico tampoco se vio interrumpido en Bosnia con el desmantelamiento de los clanes Turkovic o Gasi.

La policía serbia estima combatir unas 25 bandas, a veces compuestas por un puñado de hampones, que utilizan a la diáspora instalada en Europa occidental.