Denunciando austeridad y corrupción, los dos nuevos partidos españoles –Podemos y Ciudadanos– buscarán este lunes arrebatar votantes a las formaciones tradicionales en un histórico debate entre cuatro candidatos a la presidencia del gobierno, a menos de dos semanas de las legislativas.

En una España acostumbrada a décadas de rígidos “cara a cara” televisivos entre los líderes de dos fuerzas hegemónicas, el conservador PP y el socialista PSOE, este enfrentamiento, el único antes de los comicios del día 26, es una primicia.

Excepto el jefe del gobierno conservador saliente, Mariano Rajoy de 61 años, los candidatos son políticos jóvenes y avezados al medio televisivo. Los cuatro debatirán de pie con un simple atril, dirigiéndose, sobre todo, al 30% de indecisos.

Las legislativas del 20 de diciembre, que sentenciaron a muerte el bipartidismo con la irrupción de Podemos y Ciudadanos, ya dieron lugar a un debate a cuatro bandas. Sin embargo, el PP no estuvo representado por su líder, sino por su número dos.

Aquellos comicios resultaron en un Parlamento muy fragmentado que, pese a meses de negociaciones, no logró alcanzar un acuerdo de investidura, provocando estas nuevas legislativas.

Si Rajoy aceptó ahora el debate a cuatro es, en gran medida, “para ningunear a Pedro Sánchez“, el líder socialista de 44 años, considera el politólogo Pablo Simón, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y miembro del think tank Politikon.

Así, afirma, “no le da la opción a Sánchez de consolidarse como la única alternativa viable” al ejecutivo que dirige España desde finales de 2011 y se vanagloria de haber recuperado el crecimiento económico, aunque a costa de durísimas políticas de austeridad.

Recuperación y desigualdad

Rajoy presumirá de su balance: tras cinco años de recesión o crecimiento nulo, la cuarta economía de la Eurozona aumentó 3,2% su Producto Interior Bruto (PIB) en 2015 y aunque el desempleo sigue siendo muy elevado (20,9% en 2015) este mayo registró su mejor dato desde agosto de 2010.

El precio, un ajuste de 150.000 millones de euros (169.000 millones de dólares) entre principios de 2012 y finales de 2014, con drásticos recortes presupuestarios -en sectores clave como la sanidad y la educación- y aumento de impuestos directos.

Como resultado creció la desigualdad: un puñado de grandes fortunas siguió acumulando riqueza, mientras las clases medias se empobrecían. Según datos oficiales, más de 22% de la población está en riesgo de pobreza.

Ese es uno de los grandes caballos de batalla de Podemos y de su aliado Izquierda Unida (IU), que prometen privilegiar el bienestar social a la reducción de un déficit aún muy elevado (5,1% del PIB en 2015).

Las políticas del PP “atacan al trabajador, ayudan a los bancos y a las empresas, los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres”, decía a la AFP frente a una oficina de empleo Pablo Melendez, un repartidor de supermercado de 26 años, desocupado desde hace 5 años.

Mostrando una polarización de opciones, los sondeos apuntan a PP y Unidos Podemos -nombre de la plataforma junto a IU- como primera y segunda fuerzas.

Una encuesta publicada el domingo por el diario de centroizquierda El País atribuía 28,9% de votos al PP, 25,4% a Unidos Podemos, 20,8% al PSOE y 15,9% a Ciudadanos.

La izquierda radical liderada por Pablo Iglesias, de 37 años, adelantaría así por primera vez a los socialistas, que en diciembre fueron segundos tras los conservadores.

En el centro del espectro político, PSOE y Ciudadanos fueron hasta ahora los partidos con menos visibilidad en la campaña.

Por lo tanto, son “quienes más se juegan en este debate, porque tienen que intentar romper la potencial desmovilización de sus votantes”, señala Simón.

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, de 36 años, que disputa buena parte de su electorado al PP, utilizará como arma contra éste su principal punto débil: la multiplicación de escándalos de corrupción en el seno de la formación conservadora.

“Quien no puede limpiar su casa, no puede limpiar España”, suele decir Rivera sobre Rajoy.