Rex Tillerson era una novedad en Washington: un ministro de Relaciones Exteriores sin ninguna experiencia política. Para esto, el texano de 65 años, director por muchos años de Exxon Mobil, la compañía petrolera más grande del mundo, dispone de contactos alrededor del mundo.

Esa fue probablemente la razón por la cual el recién electo presidente Donald Trump lo trajo a su gabinete como ministro de Relaciones Exteriores.

En Twitter -¿y dónde más?-, el mandatario ofreció su justificación: “Lo que más me gusta de Rex Tillerson es que tiene vasta experiencia en lidiar exitosamente con todo tipo de gobiernos extranjeros”.

¿Un gerente petrolero como diplomático superior de la superpotencia Estados Unidos? Muchos consideraron esto impensable. Pero Rex Tillerson se integró en el nuevo trabajo de la misma forma en que lo hizo con cada nuevo empleo: de una forma meticulosa y ambiciosa.

El entrenado ingeniero civil comenzó a trabajar para Exxon en 1975 como ingeniero de producción y ascendió sostenidamente en la jerarquía de la empresa hasta lo más alto.

En 1999, cuando Exxon y Mobil se fusionaron, se convirtió en vicepresidente en funciones de ExxonMobil Development Company. A principios de 2006, Tillerson finalmente relevó a su predecesor Lee Raymond en el cargo de director general de ExxonMobil.

Su obra maestra fue la negociación de un contrato que le dio a ExxonMobil acceso a recursos petroleros y gasíferos en el Ártico ruso. Los buenos contactos con Rusia datan de este tiempo.

Tillerson también se entiende bien personalmente con Vladimir Putin. “Pasó más tiempo con Putin que con cualquier otro estadounidense, excepto quizás Henry Kissinger”, dijo sobre Tillerson el presidente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, John Hamre.

“Entonces no dices que no”

En realidad, Tillerson quería jubilarse después de pasar 40 años en Exxon. Pero todo cambió: “Si el presidente te pregunta, entonces no dices que no”, supuestamente dijo cuando Trump lo llamó.

En otra entrevista, dijo que su esposa le había aconsejado tomar el trabajo. El 1 de febrero, se hizo cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores, puesto que dirigía John Kerry. También aquí se integró continuamente en su trabajo.

Independientemente de si fue por honestidad o pura cortesía, casi siempre recibió elogios de sus colegas. Tillerson es un colega con el cual se puede trabajar bien juntos, dijo el ministro alemán saliente de Relaciones Exteriores, Sigmar Gabriel.

Pero casi inevitablemente, lo que es bien aceptado en el exterior no le gusta a Donald Trump. Rápidamente surgieron conflictos entre los dos: en la misma comparecencia ante el Senado, el designado ministro Tillerson se opuso abiertamente a algunas de las posiciones de Trump.

Como nuevo ministro, tuvo que reducir cientos de empleos en el servicio diplomático. Numerosos diplomáticos experimentados abandonaron el ministerio de Relaciones Exteriores. Por otro lado, Trump transfirió competencias de política exterior a su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, una clara ofensa contra el ministro.

Disputa por Rusia, Corea del Norte y política climática

También había opiniones diferentes y antagónicas sobre las sanciones contra Rusia, la posición hacia Corea del Norte, o el Acuerdo de París sobre el clima. Por todas partes, chocaba la política realista de Tillerson con el camino ideológicamente determinado de Trump.

Tillerson reaccionó particularmente molesto a las palabras de Trump sobre la protesta de neonazis en Charlottesville, cuando el presidente culpó de la escalada a “ambas partes”. Como resultado, Tillerson dijo públicamente que el presidente hablaba solo por él mismo y no por el Gobierno.

En el otoño de 2017, los observadores ya en realidad contaban con el fin de la carrera de Tillerson como jefe de la diplomacia estadounidense: a principios de octubre, la televisora NBC News reportó que Tillerson había llamado “imbécil” a Trump y había ofrecido su renuncia al Gabinete. El vicepresidente Mike Pence tuvo que convencer a Tillerson de que permaneciera en el cargo.

A fines de noviembre, varios medios reportaron que Tillerson debería ser reemplazado como ministro de Relaciones Exteriores por el director de la CIA, Mike Pompeo.

Entre tanto, la relación entre Trump y Tillerson estaba completamente arruinada. Debió pasar otro trimestre para que esto pasara. Ahora el ex secretario de Estado puede hacer lo que realmente quería hacer hace un año: jubilarse.