Miles de empleados estadounidenses se quedaron en sus casas este lunes sin ir a trabajar, ante la incapacidad de legisladores demócratas y republicanos de adoptar el fin de semana un acuerdo presupuestario que permita financiar el estado federal.

Pese a conversaciones incesantes, los senadores de ambas facciones no supieron sobreponerse a sus diferencias y permitir que los funcionarios federales fueran a trabajar este lunes por la falta de un presupuesto federal.

El metro y las principales carreteras que llevan a la capital federal estaban mucho más vacías que de costumbre.

Una votación en el Senado, que podría poner fin eventualmente al cierre de la administración federal, que entró en vigor la medianoche del viernes, estaba prevista inicialmente en la noche del domingo, pero fue pospuesta en principio hasta este lunes al mediodía.

El escollo sigue siendo el tema de la inmigración.

Los demócratas, que son minoría en las dos cámaras pero que resultan indispensables para adoptar un presupuesto aunque sea temporal, quieren compromisos sobre la suerte de cientos de miles de inmigrantes ilegales que llegaron de niños a Estados Unidos, conocidos como “dreamers”, antes de avalar algún acuerdo.

Una posibilidad de compromiso mencionada por los republicanos sería votar un presupuesto temporal, hasta el 8 de noviembre, y comprometerse a abordar la cuestión de la inmigración cuanto antes.

El presidente Donald Trump lanzó un tuit este lunes acusando a la “extrema izquierda” del partido demócrata por la situación y denunció que “prefieren renunciar a los servicios y a la seguridad de sus ciudadanos en beneficio de los servicios y de la seguridad de los no ciudadanos”.

Por su parte, la portavoz presidencial Sarah Sanders afirmó en la cadena ABC este lunes que “el objetivo del presidente es que el gobierno abra sus puertas”. “Es escandaloso que los demócratas tengan como rehén a nuestra seguridad nacional”, añadió.

Tras la entrada en vigor del cierre del gobierno federal, la Casa Blanca afirmó que no se considera la posibilidad de negociar sobre la inmigración hasta que no se vote un presupuesto temporal.

El líder de la bancada demócrata, Chuck Schumer, se mofó de sus adversarios el domingo por la noche al recordar que esta es la primera vez que se cierra la administración federal cuando la Casa Blanca, la Cámara de Representantes y el Senado están en manos de un mismo partido.

La Estatua de la Libertad resiste

Aunque las administraciones consideradas esenciales siguen funcionando, en particular las encargadas de la seguridad del país, muchas otras informaron a sus funcionarios que se quedaran este lunes en sus casas.

La única certeza es que la Estatua de la Libertad, que estaba cerrada a los turistas desde el sábado por la mañana, abrirá este lunes, ya que el estado de Nueva York pagará de su bolsillo a los empleados federales necesarios para la reapertura de este monumento, representativo de unos Estados Unidos abierto a los inmigrantes.

La estatua es importante para la economía pero “es más que eso”, señaló el domingo el gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo. “Es un símbolo de Nueva York y de nuestros valores (…) Su mensaje nunca ha sido tan importante como hoy”.

En este contexto, Donald Trump mencionó el domingo en un tuit la posibilidad de cambiar las reglas de votación en el Senado.

Esta hipótesis es conocida en Washington como la “opción nuclear”, ya que marcaría una ruptura radical en el funcionamiento de esta institución, destinada a contrabalancear los excesos partidistas de la tumultuosa Cámara de representantes.

El reglamento interno del Senado, compuesto por 100 legisladores, estipula que para cada moción, como por ejemplo la programación de una votación, cualquier senador tiene el derecho de objetar. Esa objeción sólo puede ser superada por el voto de tres quintos del Senado. En la práctica significa que hacen falta los votos de 60 de los 100 senadores para poder hacer lo que sea.

Pero tomar esa decisión unilateral de bajar la barrera de 60 votos a 51 cambiaría profundamente el funcionamiento del Congreso, y la mayoría de los senadores es contrario a esta iniciativa.

El último “shutdown” se remonta a 2013, bajo la administración de presidente demócrata Barack Obama, y duró 16 días.