Sumiteru Taniguchi, que en 1945 estaba repartiendo el correo en Nagasaki cuando Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre la ciudad, falleció este miércoles a los 88 años.

Quien fuera considerado durante un tiempo candidato al premio Nobel de la Paz, falleció en un hospital del suroeste de Japón a causa de un cáncer, explicó Nihon Hidankyo, un organismo que representa a los sobrevivientes de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Tenía 16 años cuando, el 9 de agosto de 1945, un bombardero estadounidense B-29 dejó caer el arma atómica sobre su ciudad, en el sur de Japón. Tres días después del primer ataque nuclear de la historia, en Hirishoma, la explosión destruyó el 80% de los edificios de Nagasaki, incluyendo su famosa catedral de Urakami, y provocó unos 74.000 muertos, por el impacto de la bomba y por las radiaciones que le siguieron.

“Sentí el suelo temblar durante un momento y creí que iba a desaparecer. Pero me convencí de que no podría morir así. Cuando eso se calmó, me di cuenta de que la piel de mi brazo izquierdo, desde el hombro hasta la punta de mis dedos,se caía a tiras”, contó en un video grabado en 2015 en el hospital de la Cruz Roja de Nagasaki.

“Como no sentía ningún dolor, toqué mi espalda y vi que mi camisa había desaparecido. Había algo negro y viscoso en toda mi mano. Mi bicicleta estaba completamente retorcida”, relató. Pasó más de tres años en el hospital después del ataque.

Taniguchi, de silueta esbelta, rasgos finos y espesa cabellera blanca, tenía marcas de las quemaduras en toda la espalda y profundas heridas en el tórax a la altura del corazón y en las costillas.

‘La ilusión’ del paraguas nuclear

En 2015, durante la ceremonia por el 70º aniversario de la tragedia, dio cuenta del espantoso panorama que lo rodeaba ese día de verano del final de la Segunda Guerra Mundial.

“Cuerpos carbonizados, llamados de auxilio desde los edificios en ruinas, gente a la que se le caía la carne, con las tripas afuera”, describió. “Una muchedumbre de seres humanos que morían intentando encontrar agua”, prosiguió.

En aquel discurso, profirió una virulenta crítica contra la política del primer ministro Shinzo Abe, acerca del refuerzo de las prerrogativas del ejército japonés en el extranjero.

“Las leyes de defensa que el gobierno intenta aprobar podrían poner en peligro nuestros largos años de esfuerzos en favor de la abolición del arma nuclear y romper las esperanzas de los hibakusha (sobrevivientes irradiados)”, declaró, con un hilo de voz, en nombre de los suyos. “No puedo tolerar esas leyes”, insistió, en presencia de Abe, quien igualmente logró que se votaran sus textos.

Sumiteru Taniguchi luchó por transmitir su experiencia hasta la muerte. “Pero temo que la gente, en particular las nuevas generaciones, empiecen a desinteresarse”, confió en una entrevista a la Agence France-Presse en 2003.

“Quiero que las jóvenes generaciones recuerden que las armas nuclear nunca salvarán a la humanidad. Es una ilusión creer que el paraguas nuclear nos protegerá”, apostilló.