Desde que el ARA San Juan fue botado al mar en 1985, ha acogido en su interior a cientos de marinos de la Armada Argentina. La nave adquiere un significado emocional para quienes la han abordado, en especial para la tripulación del viaje inaugural que cruzó el Océano Atlántico.

Los uniformados no son los únicos que sienten “amor” por su nave. Los familiares, que quedan en vilo al comenzar cada viaje, se vuelven, con el tiempo, tripulantes invisibles del submarino. Retratos, recuerdos, cartas. Compañía intangible que quién sabe dónde yazca.

Inspirada en esos sentimientos, Gabriela Cepeda escribió su poema de despedida al ARA San Juan. La mujer de 49 años, quien ejerce de profesora en un colegio argentino, es la esposa del suboficial sonarista de la primera tripulación, la que condujo la nave desde Alemania a Sudamérica en un viaje de 28 días.

El poema es un homenaje de los 34 tripulantes inaugurales y sus esposas a las víctimas del submarino desaparecido, y un acto de solidaridad con los dolientes.

Gabriela Cepeda, en cuya casa permanecen las insignias y retratos del ARA San Juan, se inspiró en sus propias experiencias cuando su esposo estaba en activo en la nave.

“Adiós gigante de acero”

Yo te despido San Juan como se despide a los grandes, con humildad y en silencio. Yo te despido San Juan, con ese gesto triste que dejabas en los que llevabas a bordo y en los que dejabas en la dársena.

Yo te despido San Juan con la sonrisa de las anécdotas de todos los que surcaron el mar en tu regazo, los que te conocieron desde antes de tocar el mar tuvieron la fortuna de recorrerte por lugares recónditos de tu estructura que para otros ni siquiera fueron pensados.

Casi como en secreto, detrás de ciertos equipos, algunos con pintura indeleble escribieron sus nombres y fechas de cuando te estaban armando allá, en Alemania, por los 80’s.

Para que aparecieran algún día cuando pasaras a desguace.

¡Vaya treta que te jugó el destino!

Yo te despido San Juan con la rivalidad que siempre tuviste con tu gemelo idéntico, el Santa Cruz.

Pero te digo algo…Para mí fuiste único.

Yo te despido San Juan con mis hijos sentados en la silla del sonar que su padre tanto quiso y mirando con la fascinación que sólo puede tener la mirada de un niño a través del periscopio.

Yo te despido San Juan con las risas de los festejos de cumpleaños, navidades, años nuevos, despedidas de solteros, nacimientos. Yo te despido San Juan con la ropa con “olor a submarino” que Dany traía casi a diario y que era imposible de tapar.

Te despido porque sé que diste lo mejor que pudiste, y todos los que pasaron por vos pusieron el alma, y éstos 44 pusieron su vida.

Siempre serás recordado como el glorioso San Juan, el que forma parte de cientos de anécdotas de esos submarinistas, que no dejan ni dejarán de hablar de vos.

Yo te despido San Juan con un Gracias, por todo lo que nos diste, Gracias, por ser parte de mi historia.

Adiós gigante de acero.

¡Viva la Patria!