Frente al brote de fiebre amarilla que ha dejado, al menos, 34 muertos en casi dos meses, las autoridades brasileñas buscan frenar la propagación del virus en estados considerados de bajo riesgo, donde la población no está vacunada.

Es el mayor registro de fallecimientos por fiebre amarilla en los últimos 14 años, según una serie elaborada por el Ministerio de Salud local, que da cuenta de 17 muertos en 2009, 27 en 2008 y 23 en 2003.

El coordinador de Enfermedades Transmisibles del Ministerio, Eduardo Hage, dijo que no es posible calificarlo como el brote reciente “más grave”, ya que además del número de decesos, es preciso analizar otros factores, como su extensión geográfica.

Este año, el aumento de casos se concentra en el estado de Minas Gerais, al sudeste del país, un área ya considerada de riesgo debido a la circulación de la fiebre amarilla entre monos.

Estos actúan como “huéspedes” del virus, que luego se transmite a los humanos a partir de la picadura de mosquitos silvestres, Haemagogus y Sabethes.

De las 34 muertes confirmadas, 31 ocurrieron en áreas campestres de Minas Gerais y tres en el interior de Sao Paulo en el sudeste, entre el 1 de diciembre y el 23 de enero.

Pero también se registraron 19 casos sospechosos de contagio en el estado costero de Espírito Santo, fronterizo con Minas Gerais, donde el virus no circula normalmente, lo que ha encendido las alertas.

“Como Espírito Santo no es considerada un área de riesgo, la población no está vacunada”, explicó Hage.

De esos 19 casos sospechosos, uno se ha confirmado como fiebre amarilla, que no derivó en muerte, y 18 permanecen bajo investigación.

En total, Brasil registró desde diciembre 421 casos sospechosos del virus. De ellos, 63 fueron confirmados en Minas Gerais, Espírito Santo, Sao Paulo, Bahía y en el Distrito Federal.

En todos los casos se trata de fiebre amarilla “de ciclo silvestre”, es decir, transmitida a los humanos luego de una epizootia en monos, como se denominan las epidemias en el mundo animal.

La fiebre amarilla “de ciclo urbano”, transmitida de humano a humano por el Aedes Aegypti -también vector del dengue, el zika y el chikungunya-, no se detecta en Brasil desde 1942.

No “entrar en pánico”

En 2016, el país registró apenas siete casos de fiebre amarilla, de los cuales cinco resultaron en muerte, precisó el último boletín oficial. En 2015 contabilizó nueve, también con cinco muertos.

Para Hage, es poco probable que la fiebre amarilla reaparezca en brotes urbanos, porque para ello son necesarios “altos índices de infestación por Aedes Aegypti”, que no se encuentran en Brasil, y “un gran número de personas infectadas conviviendo con esos mosquitos”.

Contra la fiebre amarilla existe desde hace décadas una vacuna altamente efectiva y disponible en el sistema público de salud brasileño, que se recomienda para los niños a partir de nueve meses en todas las regiones consideradas de riesgo.

El gobierno informó que ha reforzado el envío de dosis a los estados afectados por el brote.

Pero advierte que no es recomendable vacunarse “por las dudas” en aquellas regiones donde el virus no circula, ya que la vacuna puede generar efectos adversos (y en casos raros hasta la muerte) si es aplicada en personas con baja inmunidad u otras contraindicaciones.

Es una situación de alerta, pero no hay ningún motivo para entrar en pánico“, puntualizó Hage.

La fiebre amarilla genera temperaturas corporales altas, escalofríos, cansancio, dolor de cabeza y muscular y suele estar acompañada de náuseas y vómitos.

Un 15% de los pacientes padece luego una infección aguda con insuficiencia renal y hepática, ictericia (ojos y piel amarillentos) y hemorragias.

El 50% de estos pacientes graves muere al cabo de una semana o diez días, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Brasil se repone aún de la epidemia del virus Zika, que empezó a inicios de 2015 en el nordeste y se extendió a lo largo del país causando un brote inusual de nacimientos de bebés con microcefalia.