“¿Qué te dije recién? Borra eso. ¡Quédate callado para escuchar cómo se escucha!”. Esas fueron las frases que hicieron famosa a Jacqueline Carriel, una madre de tres hijos que intentaba ensayar una canción, mientras sus dos pequeños no paraban de molestarla.

“Adiós, tía Paty. Adiós, tía Lela·, se llamaba el tema que llevó a la fama a esta mujer, oriunda de la localidad rural de San Roque, en la comuna de Ñiquén.

De seguro lo recuerdas, pero si no, te lo dejamos a continuación:

Todo el mundo la conoce como ‘tía Paty’ y, a pesar de que jamás llevó ese nombre, hoy ya se lo toma con cariño. “Es un personaje”, dice, asegurando que no siempre se ve como una “dueña de casa”.

Su video fue replicado miles de veces y tiene varios covers. Uno de los más reconocidos fue el que realizó el futbolista Jorge Valdivia y su esposa Daniela Aránguiz, que sacó carcajadas a nivel internacional.

Jacqueline se define como una mujer alegre, valiente y buena madre. Así lo hemos visto en sus apariciones en los medios, y es que siempre se mantiene con una sonrisa, a pesar de que su vida no ha estado exenta de dificultades.

Una de ellas ocurrió justo después de la viralización de su video, luego que la Unicef la cuestionara por haber dado “palmetazos” a los pequeños que la molestaban, aunque Jacqueline es clara en afirmar que se trató de algo “correctivo” y que fue con cariño. “Mis hijos terminaron riéndose. Ellos me hacían bullying a mí”, sostiene.

Hijos de Jacqueline | Facebook
Hijos de Jacqueline | Facebook

El conflicto familiar fatal

Durante años, Jacqueline estuvo casada con el padre de sus hijos, Juan Guillermo Fuentes, y tras una crisis matrimonial, todo terminó de forma fatal. “Estaba sufriendo de infidelidad (…) Él tenía otra persona”, afirma.

“Nosotros, como pareja, estábamos pasando una mala situación. Estábamos con conflictos matrimoniales”, recuerda Jacqueline en conversación con BioBioChile, comenzando a rememorar uno de los episodios más crudos de su vida.

Juan era un transportista y ella era quien se encargaba de realizar toda la documentación legal necesaria para que ejerciera su trabajo, hasta que la crisis comenzó y decidió no seguir ayudándole.

“Cuando empezamos con problemas, le dije que no lo iba a ayudar más, que él tenía que solucionar sus cosas”, cuenta. “Yo estaba muy dolida, muy dañada. Tenía mucho dolor”.

El 10 de febrero de 2014, a pesar de la decisión de no acercarse, Fuentes llegó a la casa familiar. “Yo presentía que iba a estar en el hogar, porque como sabía que no le haría la declaración, de seguro me lo pediría”, rememora.

Notaron que Juan estaba en casa por el olor a cigarrillo. “Mamá, hay olor a cigarro. Debe ser el papá que está en la casa”, le comentó a Jacqueline uno de sus hijos. En ese momento lo encaró para manifestarle que él no debía estar ahí, hasta que fue ella quien decidió partir de la casa por unos minutos.

Caminó, como queriendo salir del lugar, y casi lo logra si no fuese porque escuchó un grito. “Jacqueline, ¡mírame!”. Era su esposo. “Me di vuelta, lo miré y se puso a beber una botella. Tuve la sensación de que era algo malo, pero me bloqueé y no supe qué hacer”, evoca.

Antes, sin que Jacqueline pudiera escuchar ni ver, Juan le había dicho a su hijo menor que llamara a su madre. “Dile que siempre la amé y que regrese, porque me voy a morir”, indicó.

La mujer caminó hacia la calle acompañada de su hijo mayor, mientras pensaba en lo que había visto. “¿No habrá tomado algo malo?”, le preguntó a su primogénito. Ambos decidieron apurar el paso de vuelta.

“Cuando llegué a la casa él estaba mal, muy mal. Estaba con su hijo pequeño al lado”, rememora. Juan había bebido una botella de insecticida.

Lo llevaron hasta el Hospital de San Carlos para intentar estabilizarlo. “Lo tenía en mis brazos. De ese recinto asistencial fue a parar a Chillán y luego a Talcahuano, en el Hospital Las Higueras”, apunta.

Pero ya no había nada que hacer. “Mientras estaba en el hospital me acerqué a él (…) y le dije que me perdonara, y que yo lo perdonaba a él. Le dije: yo te perdono. Te perdono por todas las lágrimas que me hiciste derramar”.

Eran las 9 de la mañana de un 11 de febrero, un día después de beber el insecticida, y Jacqueline estaba al lado de su esposo a pesar de la infidelidad. Apenas se perdonaron mutuamente, él falleció.

“Hubo días en que me fui al suelo. Me eché a morir. Pero con los días me dije que no podía estar así y hoy soy una mujer fuerte”, asegura. De la historia de infidelidad fue que surgió su single Amor traicionero. “Estaba dedicada a él”, sostiene.

Lejos de los medios

Jacqueline sigue viviendo en su casa de San Roque con sus tres hijos. Guillermo, el pequeño que aparece en el vídeo, hoy tiene 13 años y estudia en un colegio de la ciudad de San Carlos. “Es un chiquillo inteligente. Siempre me dice lo que tengo que hacer y decir”, sostiene.

Su hija menor de nueve años, Rocío, que también recibió el “correctivo” en las imágenes, estudia en la escuela San Jorge de Ñiquén. “Es inquieta y siempre está haciendo cosas nuevas”, asevera la madre.

Esta última es quien le ha dado los mayores “dolores de cabeza”, pues Jacqueline ahora trabaja como inspectora en la misma escuela en que estudia su hija y, muchas veces, la pequeña ha sido suspendida debido a sus conductas.

Facebook | Jacqueline Carriel
Facebook | Jacqueline Carriel

“Me gusta trabajar en esto, porque tengo buena relación con los niños. Me quieren y me respetan (…) Hay momentos en que los profesores no pueden llegar y yo los relevo. Llevo mi guitarra, canto, y a ellos les encanta”, relata.

Jacqueline trabajó como asistente de la educación mientras era soltera y, tras ser madre, se dedicó al hogar, dejando de lado su vida profesional. Con su fama, volvió a la educación y hoy es a lo único que se dedica.

“Llevo una vida tranquila. Y la gente me sigue pidiendo fotos. Yo no tengo problemas con recibir a la gente en mi casa. Gracias a ellos tuve lo que tuve”, recalca.

Facebook | Jacqueline Carriel
Facebook | Jacqueline Carriel

En ese sentido, la mujer ñiquenina asegura que no extraña a los medios de comunicación. “Siempre fui aterrizada y tenía claro que la fama era pasajera, así que la aproveché”, expresa.

Asimismo, añade que “no me da melancolía no seguir apareciendo en los medios”, aunque sí hay algo que, según cree, le faltó por hacer: “Me habría gustado estar en un reality de sobrevivencia o algo por el estilo”.

“Si me llamaran, voy (…) Si me ofrecieran, yo feliz”, sostiene. Y es que esta renovada mujer está a la espera de nuevas emociones.

Al menos, durante el último tiempo, llegó otra experiencia: el amor. “Me siento como una chiquilla de 17”, dice, recordando al hombre que hoy la tiene nuevamente enamorada.