Durante años, la actriz Sandra Solimano era uno de los rostros recurrentes en las teleseries de Canal 13. La actriz no sólo tenía un gran talento, sino que también destacaba por su belleza.

Sin embargo, los años fueron pasando y la industria fue renovando sus áreas dramáticas, lo que puso en la actriz una fuerte presión para lucir igual de jóvenes que sus colegas.

Fue así como encontró en los procedimientos estéticos una forma de lograr su objetivo, aunque no lo hizo de la mejor manera. La actriz se encontró con una cosmetóloga que a través de inyecciones con cierta sustancia, le ayudaría a rellenar sus arrugas.

En un principio no lo hice. Me negué. Pero esta persona insistió y me convenció“, señaló la artista en el programa Mentiras Verdaderas.

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“Mi gran error fue no saber lo que me estaban poniendo. Confié, fui muy poco precavida. Y resulta que lo que me estaban poniendo era un producto que el cuerpo no logra absorber, porque es plástico. Como no lo absorbe, lo encapsula. Y al encapsularlo, se hincha. Por lo tanto, mi cara se deformó siete años después”, reconoció.

“Yo empecé a ver que mi cara se veía angulosa. Yo tengo la cara larga. Los pómulos se me notan. Y empecé a notar que mi cara se ponía redonda. Y dije ‘¿estaré hinchada por la menopausia?’, no sé, retención de líquidos. Los años van pasando y uno cambia. Hasta que empecé a sentir que tenía cototos. Ahí empecé a hincharme, y la cara se deformó completamente”, dijo ante la sorpresa de Ignacio Franzani, el animador del espacio.

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Los “cototos” a los que se refería la actriz era el producto que le había sido inyectado. Esto la llevó a ver varios médicos y cirujanos plásticos, pero ninguno le dio alguna solución. “Me dijeron que tenía que irme a mi casa a morirme así”, sentenció.

Tras ello buscó sin éxito ayuda fuera de Chile, llegando a un médico en Brasil que tampoco pudo hacer algo por ella. “En mi desesperación, un día yo iba en mi auto (…) Y me acuerdo que me bajé en una iglesia, en una calle en frente del hospital de Carabineros, está San Expedito. Entré a esa iglesia y le rogué a Dios que me ayudara”, comentó. “Y como yo soy una persona de fe, Dios puso en el camino a las personas exactas que hicieron lo que ustedes ven”, agregó.

“Me ayudaron dos médicos, sólo uno puedo nombrar, el doctor Héctor Navarrete. Y lo hago porque sé que hay muchas mujeres que tienen mi problema y quiero que reciban ayuda. Es el único hombre y el único dermatólogo oncólogo que lo hace (…) Nos hemos hecho muy amigos, fueron muchos años junto a él”, recordó.

Al principio no le dio esperanzas, pero le prometió que trataría de hacer algo. “Y yo le agradezco que lo haya hecho. Fueron muchos años de sufrimiento”, finalizó.

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Sandra Solimano
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