Con retadores como El ciudadano Kane, Sueños de fuga y Chinatown, la pelea por el título de mejor película de la historia es y será controvertida. Pero la otra, la de peor película de la historia, tiene un ganador indiscutido. Se llama The Room, cinta dirigida por el misterioso Tommy Wiseau, y desde su estreno en 2003 se ha convertido en un film de culto que fascina y obsesiona a miles de personas en todo el mundo.

Casi 15 años después, los fanáticos se siguen reuniendo en funciones en las que interactúan con la película coreando cada línea y lanzando cucharas plásticas a la pantalla. Y por si fuera poco, por estos días The Room está experimentando un resurgimiento gracias The Disaster Artist, la cinta dirigida y protagonizada por James Franco que narra el making of de esta peculiar obra de arte.

A diferencia de su inspiración, The Disaster Artist ha recopilado elogios desde su estreno en diciembre. Luego de ganar la Concha de Oro en el festival de San Sebastián, recibió dos nominaciones en los Golden Globe (Mejor Película musical o comedia y Mejor actor en la misma categoría para James Franco) y suena fuerte como candidata a un Oscar. La cinta llega a la cartelera local el 11 de este mes.

The Disaster Artist
The Disaster Artist

El film de Franco se basa en el libro homónimo de 2013 escrito por Greg Sestero, quien en The Room dio vida a Mark, al mejor amigo de Johnny, el personaje interpretado por Wiseau. En esta novela de no ficción, Sestero detalla cómo conoció a Wiseau y la fascinación que sintió por este enigmático personaje, y relata los hechos que terminaron en la caótica producción de The Room.

Fue solo cosa de tiempo para que James Franco emprendiera la tarea de recrear en la pantalla el tono surreal y de comedia con que Sestero rememora sus días de aspirante a actor. Emulando en alguna medida a Wiseau, Franco dirige, produce y protagoniza la película como el mismo Wiseau. Su caracterización es uno de los puntos más alabados por medios como The Guardian y The Playlist.

El actor y director estadounidense es solo uno más de los que han caído en esta fascinación. ¿Cómo se convirtió The Room en el fenómeno de culto que es hoy? La respuesta está en el punto en el que The Disaster Artist concluye: el estreno de The Room en Los Angeles en 2003.

The Room
The Room

UNA HISTORIA DE CULTO

Esta historia incluye un publicista desesperado, un cartel gigante en una calle de Hollywood y un joven comediante que no podía creer lo que sus ojos veían.

The Room es un drama acerca de Johnny, un buen tipo que no sabe que su vida está a punto de dar un vuelco por culpa de su intrigante futura esposa Lisa. Hay un triángulo amoroso con el mejor amigo de Johnny, Mark, y una subtrama con Denny, un joven que le pide ayuda para pagar sus deudas con un narcotraficante.

De a poco Johnny ve que no puede confiar en nadie. También hay escenas inexplicables con una pelota de fútbol americano y esmóquines, y muchos retratos con fotos de cucharas (que, según Wiseau en una entrevista a CNN, representan un símbolo de supervivencia). Y también está una de las imitaciones menos precisas de cómo suena una gallina.

Y no se pueden olvidar los diálogos que en ningún momento se aproximan a la forma en que los seres humanos hablan en un día común, lo que explica la gran cantidad de frases para el bronce que The Room nos ha legado (para muestra: Oh, hi Mark, You’re tearing me apart, Lisa, y la interacción entre florista y cliente más extraña del siglo).

The Room
The Room

Pero lo que importa es que The Room tiene una factura tan deplorable que nadie en su sano juicio aceptaría encargarse de publicitarla después de verla.

Sin embargo, el publicista Edward Lozzi no la había visto antes de esa noche, así que aceptó. En una entrevista para The Hollywood Reporter, Lozzi recuerda que logró llenar el teatro con 500 personas entre amigos y clientes. A medida que la película avanzaba, fue viendo cómo la gente abandonaba la sala y cómo su reputación se hundía sin remedio. “Fue una de las noches más embarazosas de mi vida” asegura.

Para agregar más detalles surrealistas, Wiseau insistió en que todo el casting llegara en limusinas. “Pero cuando Tommy llegó en la suya, dijo que no había suficiente gente en la entrada del teatro, así que siguió dando vueltas a la cuadra” recuerda el publicista, quien terminó por sacar a todo su personal a la calle para formar una pequeña multitud.

Al acabar la sufrida noche, Lozzi tuvo una iluminación: había que cambiar el enfoque y empezar a promocionar la película como una obra kitsch, con el humor y el autodesprecio que a la obra le faltaba. Wiseau, que promocionaba su película como una obra que poseía toda la pasión de Tennessee Williams, despidió a Lozzi. Sin embargo, el publicista sería recontratado días después y desarrollaría la estrategia que había imaginado con frases del tipo ‘Porque todo lo que no se debe hacer en una película está en este film’.

The Room
The Room

Al mismo tiempo, el comediante y director Michael Rousselet, quien en esos días tenía 20 años, entró a ver The Room atraído por el enorme cartel en Highland Avenue, Hollywood. Cuando llegó al teatro, el vendedor en la taquilla le advirtió cuán mala era la película y que no había devoluciones después de 15 minutos. Rousselet entró de todas maneras. El teatro estaba vacío.

Al salir llamó a un par de amigos para que la vieran. Al cabo de unos días, el grupo había crecido a 30 personas. Luego de dos semanas, justo antes de que The Room desapareciera de la cartelera, un centenar de fanáticos esperaban afuera del teatro, muchos caracterizados como alguno de los personajes.

La obsesión de Rousselet y sus amigos estaba recién empezando. Cuando The Room salió de la cartelera, empezaron a promocionar la película en internet. Debido a la presión de los fans, Wiseau ofreció un par de funciones privadas y gratuitas para ellos. Luego organizó funciones de medianoche mensuales. Pero esta vez cobrando entrada. No era el éxito que esperaba, pero era un éxito.

“Fue genial” opina Rousselet, “como un traficante de drogas que nos dio una primera probada gratis”. El filme no tardó en reponerse, esta vez con funciones llenas y colas de gente esperando entrar. Wiseau empezó a capitalizar el singular auge con merchandising. Sellando su estatus de culto, muchos famosos se pronunciaron en internet acerca de la cinta. Actores como Paul Rudd, Kristen Bell o Will Arnett se declararon fanáticos.

Así, la película que había sido vapuleada por los críticos y que había recaudado solo US$1,800 pasó a ser un hit que todavía genera ingresos y fanáticos en todo el mundo. ¿Y el cartel gigante? Se mantuvo por cinco años en el mismo lugar y se convirtió en un atractivo turístico.

 The Room
The Room

UNA FIESTA EN LA HABITACIÓN

Lo que ocurre con The Room parece estar en algún lugar entre el hate watching, aquel fenómeno que consiste en no perderse cada minuto de una serie o película que odiamos (entre cuyos representantes más recientes se encuentran la serie de HBO Vynil, las entregas de Cincuenta sombras de Grey y The Walking Dead) y el amor verdadero.

Esto sería así porque, en palabras del escritor Christopher Ratcliff, fanático confeso de The Room, “no hay ni un poco de cinismo detrás de esta creación (…), está hecha con nada más que integridad por un hombre que cree firmemente en su proyecto y en lo que quiere decir con él”.

A lo mismo apunta James Franco en una entrevista para AV Club: “Creo que lo que hace esta película (The Room) sea infinitamente disfrutable es cuánta alma y corazón puso en ella Tommy y cuán personal es. Es su expresión artística de cómo el mundo lo ha traicionado”.

Lo cierto es que las funciones nocturnas de esta obra alrededor del mundo se han convertido en fiestas equiparables a lo que produce la película de 1975, también de culto, Rocky Horror Picture Show, como se ve en este video de julio del año pasado en una función en Australia.

Los fanáticos llegan disfrazados, y una vez adentro vitorean, gritan, se ríen y corean las líneas más populares. En medio de la película, todos gritan Hi, Mark o You’re tearing me apart, Lisa, y con mucho entusiasmo llevan a cabo una serie de rituales durante la proyección.

Entre ellos, uno de los más llamativos es el de las cucharas plásticas: cada vez que aparecen los infames retratos con las cucharas, la audiencia lanza cucharas de plástico a la pantalla.

En Chile aún no se registra ese grado de fanatismo, pero esto podría empezar a cambiar el próximo 11 de enero. Aún queda tiempo para ver The Room y adentrarse en su particular universo, en permanente expansión, y también para comprar grandes cantidades de cucharas plásticas.

Revisa aquí el tráiler de The Room y The Disaster Artist