Al igual que el ultra conocido Goku, que se ponía feliz cuando sus oponentes resultaban ser más fuertes que él, existió un ciclista luxemburgués que disfrutaba de las peores condiciones climáticas. Cuando la lluvia y el frío hacían torcer el gesto a la mayoría del pelotón, este deportista sacaba lo mejor de sí. Hablamos de Charly Gaul.

Este ciclista nació en 1932 y jamás fue muy asiduo al público, debido a su carácter serio e introvertido, un tanto desagradable y de pocos amigos dentro de la profesión.

Pero si hablamos de la bicicleta, este luxemburgués era un escalador prácticamente invencible, de los mejores de la historia. Sus compañeros lo definían como un ‘asesino’, pues cuando las carreteras apuntaban hacia el cielo este deportista no ahorraba esfuerzos y se iba con todo en busca de la gloria.

Sin embargo, Gaul tuvo la mala suerte de nacer en un tiempo donde reinaron excepcionales ciclistas todo terreno, los cuales sobresalían en cualquier superficie.

Bobet, Anquetil y Bahamontes eran algunos, y Charly parecía estar siempre un peldaño debajo de ellos. Ganaba etapas, pero sucumbía ante los días calurosos. ¿Irónico no?

Sin embargo, todo eso cambió en el Giro de Italia de 1956, en la penúltima etapa que unía Merano con el Monte Bondone. Un calor infernal había azotado la carrera, pero justo ese sábado, en esa etapa, llovía de forma intensa y hacía mucho frío.

Nuestro deportista no tenía opción alguna de cara a la general. Marchaba en el puesto 24 a más de 16 minutos de los primeros lugares. Ante aquel panorama, los ciclistas se tomaron con calma la etapa y el clima no tardó en empeorar. Comenzó a granizar.

El líder de la etapa y segundo en la general, Maule, se fundió rápidamente ante las condiciones climáticas. Gaul seguía atrás cuando de pronto comienza a nevar ligeramente. El frío se torna insoportable.

Algunos ciclistas paran en algún bar para tomarse una copa de coñac y Galdeano, compañero de Bahamontes, entra a toda velocidad a la casa de uno de los lugareños pidiendo un plato de sopa.

En ese momento, el luxemburgués protagonizó un descenso casi suicida. Apenas podía frenar pues no sentía sus manos producto del frío.

Por otro lado, Bahamontes, no pudo con la bajada y cayó violentamente. Rápidamente fue llevado a un hospital donde le diagnosticaron “agotamiento absoluto”.

El día seguía empeorando. Los favoritos seguían cayendo como moscas y la nieve no paraba de caer. De hecho, Charly se quedó solo en la cabeza. Le faltaba ascender el Bondone (una comunidad italiana ubicada en la provincia de Trento) donde un verdadero infierno le esperaba a los ciclistas.

Había nieve por todos lados y varios grados bajo cero. Las condiciones eran realmente adversas, sin embargo, al luxemburgués le comunican que por primera vez puede ganar el Giro de Italia, ya que sus rivales directos se habían retirado y no daban más.

A falta de 7 kilómetros para llegar a la meta ocurre lo impensado. Gaul desfallece, pierde fuerzas y baja el ritmo de su pedaleo. Intenta tomar algo caliente para recuperar la temperatura y resiste.

Después de casi 9 horas de interminable pedaleo, el ciclista cruza la meta, medio inconsciente y desorientado. No sabe donde está. Se lo llevan en brazos a un rincón donde le van un vaso de chocolate caliente. Había ganado su primer Giro tras llegar con más de 3 minutos de ventaja en la general.

En esa infernal etapa, más de la mitad del pelotón se retiro. Allí, en esa montaña, nace la leyenda del “ángel de la lluvia”.

Sin embargo, eso no sería todo, pues el mundo vería otra demostración de Charly en el Tour de Francia de 1958 .

AFP
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Otro día de lluvia y viento

“Levántate soldado, hoy es tu día”, le dijo su masajista aquella mañana previo a la competencia. Marchaba sexto en la general con el francés Geminiani que dominaba la carrera.

El luxemburgués se encontraba a 16 minutos del líder, pero había lluvia, y eso cambiaba las cosas. Gaul quería quedarse con el Tour y bajo un aguacero constante volvió a surgir aquel “ángel de la lluvia”.

El pelotón comenzó el ascenso y nuestro ciclista se encontraba compitiendo en otra dimensión. Crecía con cada gota y la intensa lluvia se transformó en su mejor aliada. De hecho, llegó a la cima con más de un minuto de ventaja.

De ahí en adelante nadie lo paró. Ni el viento, ni los granizos pudieron con él. A la meta llegó con 12 minutos de ventaja sobre Geminiani, 9 sobre Bobet y 23 sobre Anquetil y Bahamontes, las estrellas de entonces.

Tras esa etapa, quedó solo un minuto del líder, el italiano Favero, y dos días después logró superarlo en la contrarreloj. El Tour de Francia era suyo.

Luego de esa hazaña Gaul desapareció. Vivió como un ermitaño en una cabaña en Bélgica, y apareció 20 años después para conocer a la que sería su tercera esposa.

Un día, apareció en el Tour y se enamoró del italiano Marco Pantani. Compró un televisor y se dispuso a ver el Tour, para recordar aquellos días de lluvia y frío.