Un periodista le pregunta a Sarunas Jasikevicius, entrenador del Zalgiris Kaunas, si está bien que el brasileño Augusto Lima haya dejado la concentración del equipo en las semifinales del torneo de básquetbol lituano. “¿Quieres saber qué pienso yo? Que yo lo dejé irse. ¿Tienes hijos?”, le replicó el ex jugador al reportero, con un tono duro pero sin perder los estribos. El aludido dijo que no y de paso destacó la importancia de la instancia en la que estaba. “Cuando los tengas, lo vas a entender. Cuando seas padre vas a entender que es lo más importante en la vida. Créeme, ni títulos ni nada. Augusto Lima está ahora en el cielo emocionalmente y estoy feliz por él”, sentenció el coach, dejando sin palabras al cronista. Detrás de esa respuesta que se hizo viral está el amor por Aila y el pequeño Sarunas, sus hijos, pero también su madre, quién sacrificó una brillante carrera por no querer abortar.

Jasikevicius nació el 5 de marzo de 1976 en Kaunas, actual Lituania, pero por aquel entonces territorio anexado a la Unión Soviética. Empezó a jugar básquet desde chico. Siempre bajo la mirada atenta de sus padres.

Siendo un adolescente viajó a Estados Unidos para enrolarse en la Universidad de Maryland. En su país ya era catalogado como el base del futuro, pero en Norteamérica pensaron que no eran tan bueno para jugar en la NBA. Volvió a su país para jugar en el Lietuvos Rytas y un año después en el KK Olimpija Ljubljana esloveno. Se labró un nombre en la escena continental y tentó al poderoso Barcelona. En la Ciudad Condal se terminó de consagrar y ganó su primera Euroliga. Luego ganaría dos más con la camiseta del Maccabi Tel Aviv. La NBA, consciente del talento que había dejado escapar, lo llamó de vuelta. Volvió a la mejor liga del mundo con una espalda ancha, para muchos ya era uno de los mejores bases europeos de la historia. Sin embargo, no tuvo suerte en Indiana ni tampoco en Golden State. Volvió al “Viejo Continente”, para seguir atiborrándose de títulos.

Jasikevicius pudo escoger cada paso de su carrera, a diferencia de su mamá. Rita fue una de las mejores jugadoras de handball del bloque soviético. Con el seleccionado ganó la medalla de plata en el Mundial Femenino de 1975, en plena Guerra Fría. Tendría que haber disputado los Olímpicos de Montreal al año siguiente, pero no pudo hacerlo. Rita, tras la cita mundialista, estaba en una encrucijada: había quedado embarazada. Se acercó con mucho miedo a Igor Turcin, entrenador de mano dura y métodos draconianos, y la respuesta fue clara: tenía que abortar. El desafío que había por delante y la gloria del país, que en el deporte también tenía que mostrar superioridad ante los Estados Unidos, eran mucho más importante. Ya podría engendrar otro niño más adelante. “Turcin es el único hombre del que he tenido miedo. Si le ordenaba algo a una jugadora, ella lo hacía sin preguntar” contó. Pero Rita, llena de inseguridades, se atrevió a llevarle la contraria y tuvo al niño.

La URSS alcanzó el oro en Montreal y ella volvió unos meses más tarde a competir. “Fui mejor jugadora, incluso que antes del embarazo. Pero jamás me volvieron a convocar para la selección. El seleccionador Igor Turcin dijo claramente que no quería verme nunca más. Jamás me perdonó que no abortase”, contó en una entrevista.

La ex atleta siempre le decía en tono de broma a su hijo: “Me debes unos Juegos Olímpicos”. En la cita de los anillos del 2000, el base compró boletos para que su madre y su padre lo acompañaran en Sidney. Rita vio desde la grada como su hijo, la estrella del equipo, fallaba el triple que habría puesto punto a la hegemonía del Dream Team y también observó como le colgaban del cuelo una medalla que ella también pudo haber alcanzado.

Sarunas es un eterno agradecido. Casado con Anna Douka, tiene una niña y un niño. Su esposa sube fotos a Instagram en que se le ve feliz jugando con ellos. Sonriente y querendón. Atento y amable. El título conseguido recientemente en Lituania y la oferta para dirigir al Barcelona son elementos secundarios. Para él, la felicidad está en otra parte.