Durante esta jornada la mayoría de las informaciones en el país han dado vuelta en torno a las elecciones municipales que se llevan a cabo en todo Chile.

Al respecto, los principales focos de atención son los personajes relacionados directamente con la política, aunque hay algunos que de a poco generan interés pues también se ligan a ella proveniente del mundo del deporte, como es el caso de reconocidos ex futbolistas.

Jorge ‘Kike’ Acuña (candidato a concejal por San Felipe), Gabriel ‘Coca’ Mendoza (candidato a concejal por Viña del Mar) o Francisco Anderson Huaiquipán (candidato a concejal por La Granja) son algunos de los nombres que buscan el objetivo de ser electos este 2016.

Otras figuras como Carlos Chandía (ex árbitro) o Leonel Herrera buscan la reelección y si bien la historia siguiente dista mucho en cuanto al objetivo y contexto -además de la incidencia del protagonista en el deporte-, es una de las tantas en la que ambas actividades convergen por distintos motivos.

Su final en tanto, ha dejado una marca mucho mayor pese a tener su génesis en la distancia entre ambos sectores, divididos por ideales que la política nunca logró persuadir.

Corrían los años 60 y en Estados Unidos el boxeador Cassius Clay, una de las figuras más importantes del deporte mundial -ganador del oro en los JJ.OO. de Roma 1960 y campeón mundial de peso pesado el 64- sacudía a la por aquél entonces conservadora sociedad norteamericana.

El ambiente de la época exhibía a una población espantada por la oposición a la guerra de Vietnam, la reivindicación de los derechos civiles de la minoría negra y además de cierta ‘rebeldía’ juvenil que se alzaba por aquél entonces.

Clay, quien es mundialmente reconocido como Muhammad Ali (se cambió el nombre en 1964), demostró al respecto no solo ser protagonista en el cuadrilátero, pues gracias a su personalidad atrevida, altanera y muchas veces provocadora, generó revuelo en aquél entonces -1967- tras decirle no al ejercito alegando ser musulmán y por ende objetor de conciencia.

Su decisión le hizo ganarse el rechazo de gran parte de la población, además -por cierto- de haber tenido que afrontar tres años y medio sin boxear.

El clima de hostilidad comenzó aumentar en contra de Ali, pues su opción no cayó bien en plena escalada de la guerra de Vietnam, sobre la cual tuvo una declaración que hasta la fecha es muy recordada: “No tengo nada contra los Vietcong. Ninguno de ellos me ha llamado negrata“, expresó, generando aún más detractores y recelo.

Hasta ahí, el boxeador solo había conseguido aplazamientos para no incorporarse a las filas del ejército, situación que el Tribunal Supremo se negó a concederle en forma definitiva. Por ello el 28 de abril de 1967 se presentó en el centro de entrenamiento de Houston permaneciendo inmóvil y guardando silencio a los requerimientos del oficial de alistamiento, quien le informaba de la pena que arriesgaba por ser desertor.

Según recoge un artículo de la Vanguardia, ante aquella situación, en la que Ali se mostró desafiante y sin responder a los avisos, ese mismo día la Comisión Atlética del Estado de Nueva York le desposeyó de su título mundial y de la licencia de boxeador. Otros estados también tomarían medidas similares.

Un mes y medio más tarde de aquél duro golpe recibido fuera de un combate, el Tribunal Federal de Houston lo condenó a cinco años de prisión y a cancelar 10.000 dólares de multa. Fue de esta forma en la que comenzó el ya comentado largo período alejado de la actividad.

Pese a esos duros tres años y medio, y las amenazas de terminar en la cárcel, Ali se negó a retractarse, permaneciendo en libertad bajo fianza de manera provisional.

La leyenda del boxeo pasó los dos años siguientes viajando por Estados Unidos, realizando conferencias en centros educacionales y a medida que la sociedad veía y analizaba la guerra de Vietnam con mayor crítica, comenzaron a apreciarle.

Tras varias gestiones y cierto respaldo de la comunidad, en septiembre de 1970 un juez federal de Texas consideró que la suspensión de Muhammad Ali era “arbitraria e irrazonable“, generando que poco después, la misma comisión que le había desposeído del título le concediera nuevamente su licencia para boxear.

El púgil volvió al ring en octubre de ese año, ganó dos combates pero perdió el duelo por el título ante Joe Frazier en 1971. Tres años más tarde y ante el campeón George Foreman, logró en el octavo asalto tras dejar fuera de combate a su adversario recuparar el título de campeón mundial de pesos pesados, en lo que se conoció como el ‘combate del siglo’.

Para muchos amantes del deporte este hecho fue el momento de máximo esplendor para Ali, quien demostró ser “el más grande” desafiando por llevar a cabo sus objetivos a cuantos se le pusieran en frente, sin importar incluso, si en contra estaba dejar de lado hasta la injerencia de los más poderosos.