Un viaje en el tiempo. El emparejamiento de Universidad de Chile con Corinthians por la Copa Sudamericana transportó la mente de los hinchas azules a una noche de marzo de hace 21 años atrás. Una noche de tensión, euforia e ilusión.

La U llegaba a la Libertadores de 1996 con un plantel curtido y aquilatado. Sergio Vargas iba de palo a palo en el arco sacándole lustre a su apodo de “Superman”; Ronald Fuentes ordenaba y apagaba fuegos en el fondo; Luis Musrri barría con todo lo que salía a su paso en la contención; el Leo Rodríguez movía los hilos con la prestancia de los buenos para la pelota y un joven Marcelo Salas aportillaba porterías rivales sin piedad. Ese equipo había logrado sepultar la maldición de 25 años sin títulos ganando dos al hilo. Ya con el argentino Miguel Ángel Russo en el banquillo en reemplazo de Jorge Socías, su ambición era internacional.

En esa época los grupos del máximo certamen continental se armaban con equipos de solo dos países. Y a la U no le tocó un sorteo fácil. La tómbola puso a los laicos con la Universidad Católica, Botafogo y Corinthians.

Plantel de la U
Plantel de la U

El comienzo era ante enemigo conocido. Si la U quería tener chances ante los brasileños tenía que imponerse a la Universidad Católica, su rival más enconado por aquellos años en el campeonato nacional. Y tal como venía ocurriendo a nivel local, el clásico universitario versión internacional se tiñó de azul, con goles de Cristian Traverso y Marcelo Salas. El siguiente partido era un desafío mayor: el Corinthians.

El “Timao” venía a toda marcha. Había vapuleado al Botafogo en el arranque y, tres días antes de enfrentar a la U, se impuso por 2-3 a la UC en San Carlos de Apoquindo. El año anterior, además, se había coronado en el Campeonato Paulista y en la Copa de Brasil. Era, por pergaminos, un firme contendor al título.

Con 55 mil personas en las gradas del Estadio Nacional, el cuadro laico tomó la iniciativa desde el primer minuto. Pero el equipo de Russo tenía claro los galones del rival. Había que buscar el gol, pero con precaución. Cualquier error se pagaría en el arco propio. El Corinthians, en tanto, apostó por atrincherarse en propio terreno. Nada de florituras ni sobradas.

A la U le costaba entrar y las mejores ocasiones se las generaban los forasteros contragolpeando con sus veloces atacantes. Leonardo, primero, y luego Edmundo, el “Animal”, inquietaron al Superman. Era un partido típico de Copa Libertadores, de esos que en el argot futbolero se denominan de “dientes apretados”. Bravo, trabado, intenso, con mucho nervio y poco fútbol.

La alegría llegaría en el primer minuto de descuento del segundo tiempo. Miguel Ponce recibe por la izquierda y busca a Rodríguez. El “10” se la devuelve y el “Chueco” mete la pelota al área para Walter Silvani. El argentino recibe de espaldas, a la altura del punto penal, rodeado por los dos centrales. Sin opción de rematar, toca para Rodrigo Golderg, que llegaba arremetiendo desde atrás. El “Polaco” la acomoda con la derecha y desenfunda un furibundo zurdazo cruzado que deja sin opción al portero y que desata el frenesí en el reducto nuñoíno.

Tres puntos que, por la magnitud del rival, supieron a mucho más. El equipo de Russo empató con la Católica y volvió a dar prueba de que no le pasaban los partidos grandes derrotando por 2-1 a Botafogo. Con la clasificación prácticamente abrochada viajaron a Brasil para enfrentar de vuelta al Timao. En Sao Paulo el Corinthians tomó revancha y derrotó a los estudiantiles por 3-1 en un duelo que definía al primero del grupo 4.

Segunda, la U quedó emparejada con el Defensor Sporting en octavos de final, iniciando una travesía mágica e inolvidable que acabaría, no sin polémica, ante River Plate en semifinales. Todo empezó ante el Corithians, en una noche en que la U supo que le podía plantar cara a cualquiera.

La prensa destaca el triunfo azul | Don Balón
La prensa destaca el triunfo azul | Don Balón