La imagen de Alan Shearer contorneando su cuerpo en el aire para meter un cabezazo es una postal del fútbol de los 90′. El delantero inglés se tomó la Premier League jugando para el Blackburn Rovers y el Newcastle. No necesitó de un gran club para ganar títulos ni para ser un jugador de enciclopedia. Las florituras no iban con Shearer, él arremetía en el área con la fuerza de un buey, arrasando con todo a su paso y reventando porterías rivales. A pesar de tener un cañón en su pierna derecha, era mundialmente conocido por ser el rey de las alturas.

Hoy Alan Shearer no tiene el caballo rubio que lucía en sus mejores épocas. Han pasado 15 años desde su retirada y el tiempo ha hecho la suyo. Su cabeza calva esta surcada por arrugas y venas que antes no se notaban. Ese tono colorín de su piel ha sido cambiado por una paleta de grises y el cuerpo robusto con que se llevaba puesto a los centrales rivales ha enflaquecido.

Hace más de un año, la cadena BBC le presentó un proyecto. Se trataba de un documental que exploraba el vínculo entre los cabezazos y la demencia. Antes de que se le acercaran, el delantero había visto “La Verdad Oculta”, película que relata como los regentes del fútbol americano lucharon para evitar que la investigación del doctor Bennet Omalu sobre las lesiones cerebrales crónicas que sufrían los jugadores de la NFL saliera a la luz. El asunto no paraba de darle vueltas en su mente.

Shearer tenía miedo. Le asustaba lo que podría encontrar, sin embargo, aceptó. El documental titulado “Fútbol, Demencia y Yo” lo muestra sometiéndose a una serie de pruebas, escuchando atentamente lo que le explicaban los doctores. Los resultados son preocupantes. “Mi memoria es horrible, no sé si es porque no escucho, pero realmente tengo una memoria muy débil”, confesó el ex de las “Urracas”.

“Cuando uno se convierte en profesional, se espera tener más tarde problemas de espalda, rodilla o tobillo. Pero jamás pensé que el fútbol estaría ligado a enfermedades cerebrales”, agregó.

Shearer es el goleador más prolífico en la historia de la Premier League. Anotó 260 en la competición. Por cada cinco, uno lo hacía con la cabeza. En los entrenamientos podía llegar a cabecear 150 balones en un día. “Por cada gol que anoté de cabeza marqué mil en los entrenamientos, eso me pone en riesgo si es que hay un vínculo entre ambos factores. Es un deporte duro y brillante, pero hay que estar seguros de que no sea un juego mortal”, relató el hombre que tiene 30 goles en 63 partidos con la selección inglesa.

Los análisis hechos en el documental se suman a un cúmulo de antecedentes que exponen el riesgo de la actividad. En el último febrero el University College London y el Hospital Británico de Neurología y Neurociencia publicaron un estudio que establecía las altas probabilidades que tienen los futbolistas de padecer demencia. En septiembre del 2016, la universidad escocesa de Stirling demostró que el remate de cabeza podía afectar la memoria.

En 2015, un grupo de padres fue a un tribunal en California para presentar una demanda contra varias organizaciones, incluida la FIFA, por “negligencia y descuido” en el tratamiento de lesiones cerebrales y contusiones producir por cabecear la pelota. La Federación de Estados Unidos reaccionó prohibiendo a todos los menores de diez años golpear la pelota con la cabeza y ordenando que los niños entre 11 y 13 limiten el juego aéreo en los entrenamientos.

Hace poco, el Daily Mirror publicó un reportaje en que contaba que tres seleccionados ingleses, campeones en el Mundial de 1966, acabaron con problemas neurológicos. A ellos se suman, al menos, otros 375 futbolistas británicos afectados por demencia o problemas de memoria. No hay una lista oficial y se estima que la cifra podría ser mucho más alta. “No se ha hecho una investigación lo suficientemente profunda. Las autoridades han sido muy reacias a encontrar respuestas. Lo han barrido todo debajo de la alfombra”, afirmó Shearer.