“He aceptado la propuesta del PSG para buscar nuevas conquistas y ayudar al club a alcanzar los títulos que la afición espera. Me han presentado un plan de carrera osado y me veo preparado para este desafío”, expresó Neymar en su despedida del FC Barcelona, la teleserie del verano europeo.

El proyecto del club francés es tan ambicioso como el brasileño, los 222 millones de euros de la cláusula de rescisión nunca intimidaron al presidente Nasser Al-Khelaïfi. El qatarí, uno de millonarios más poderosos del mundo, ya piensa en otros cracks para acompañar a su nueva joya y aquilatar aún más su plantilla. “Los que hablan de fair play financiero se pueden ir a tomar un café”, dijo el ex tenista.

Neymar lo quiere todo y el Barcelona no se lo podía dar, al menos no por ahora. El brasileño, siempre ávido de elogios y de reconocimiento, necesita sentirse único y adorado, pero no solo por eso se explica su escapada de la ciudad condal.

La foto de Messi y la presión de la familia

A Neymar le prometieron que el conjunto culé sería suyo cuando el argentino bajara el nivel. Pero, cuatro temporadas después, la “Pulga”, su ídolo y amigo, sigue a tope y tirando del carro. Neymar ya ha aceptado que nunca podrá ganar el Balón de Oro que tanto desea si sigue al lado del rosarino. Solo una vez ha quedado entre los tres primeros que apuntan al codiciado galardón.

El gesto que le confirmó que nunca será el héroe de la película ocurrió en la histórica remontada de los culés ante el PSG en la última Champions. Con el marcador y el tic tac del reloj a cuestas, Neymar tomó las banderas, anotó dos goles y dio la asistencia a Sergi Roberto para el agónico tanto de la clasificación. Sin embargo, la foto que recorrió el mundo fue la de un Messi con aura de dios griego, encaramado a una valla publicitaria, erigiéndose con el puño en alto entre un magma de hinchas que se desvivían por tocarlo. Neymar, en su mejor noche como barcelonista, comprendió cuán grande es la sombra del argentino.

Sus más cercanos no paraban de recordarle que estaba estancado, que necesitaba nuevos aires, arrancar de nuevo en un lugar en que nadie opacara su brillo. Manchester United y Real Madrid ya lo habían tentado en el pasado. Cuando supo del PSG, entendió que era el tren que debía tomar.

Posición en el campo

Neymar, junto a Messi y Luis Suárez, formó uno de los mejores tridentes de la historia. Pero él no se sentía pleno en su posición. Con el argentino moviéndose por donde quiere y con Suárez anclado en el área, al ex futbolista del Santos le quedaba la banda, donde desequilibraba por velocidad y por gambeta. Allí se lució e hizo realidad lo que se avizoraba desde que era un adolescente: ser uno de los mejores del mundo. Pero Ney quiere ser el 10 que es en Brasil, un jugador libre, omnipresente, decisivo en la elaboración y muy cerca del área.

Un vestuario poco brasileño

Desde su llegada, Neymar hizo migas con Adriano y Dani Alves, sus compatriotas. Con ellos Cataluña se sentía como en Brasil. Hablaban portugués, montaban alegres bailes en la cancha y se iban de jarana cada vez que podían. Pero ambos dejaron el club. Alves fijó rumbo a Turín y Adriano se fue a Turquía para jugar con el Besiktas. Douglas y Marlon, los otros brasileros del club, no han logrado hacerse hueco en el primer equipo. Solo le quedaba Rafinha.

El campeón olímpico se sentía solo y se refugiaba en su palacio del exclusivo barrio de Pedralbes, bajo el amparo de su cuantioso séquito. En el vestuario no tenía problemas con nadie en particular, pero tampoco había atracción con sus compañeros. Congeniaba con Messi y Suárez, pero los separaban la edad, idioma, estado civil, mujeres. A sus 25 años, y soltero, solo quiere pasarla bien.

Su padre y él quisieron traer más brasileños. Pero los intentos por contratar a Coutinho, Gabriel Jesús y Lucas Lima (su ex cuñado) quedaron en nada. En la ciudad de la luz no habrá frío para él. En el camarín hay un cúmulo de paisanos que ya conoce de la selección: Marquinhos, Thiago Silva, Lucas Moura y su querido Dani Alves, el que lo llamaba para convencerlo y le decía lo que tanto le gusta escuchar: “Vas a ser el mejor”.

Va a cobrar más del doble

El PSG va a cubrir de oro a Neymar. Treinta millones de euros, que con los bonus por objetivo cumplido podrían ser 60, recibirá el delantero en Francia. Su padre, en tanto, cobrará cerca de 100 millones de euros por facilitar su pase, según informan varios medios de España y Francia.

Es el doble de lo que iba a ganar en Barcelona acorde a lo pactado en la renovación de octubre pasado, la primera desde que llegara en 2013. Poco después de cerrar el pacto le llegó el rumor de que la nueva extensión de Messi iba a hacer tres veces su salario.

El PSG lo posicionó como el mejor pago de Europa, solo Carlos Tévez en China gana más plata que él.

Sus líos judiciales

La justicia española vigila a Neymar. Aún no se sabe cuánto le costó al FC Barcelona su traspaso desde el Santos de Brasil. Su imagen se ha visto salpicada y no quiere pasar por el mismo calvario que han pasado Messi, Javier Mascherano y ahora Cristiano Ronaldo con Hacienda. “No quiero hablar de persecución, pero si no tenemos una situación confortable para trabajar no podemos quedarnos en España”, dijo su padre hace ya dos años.

En febrero de 2017, la Sección Cuarta de lo Penal de la Audiencia Nacional confirmó el procesamiento contra el jugador por el delito de corrupción entre particulares.

Con Sampaoli la historia pudo ser otra

La llegada de Ernesto Valverde, al que no conocía, no fue el acicate que frenara las negociaciones ya iniciadas con el PSG. El nuevo entrenador, además, no se puso en contacto con él durante las vacaciones y, por lo que ha mostrado en sus otros equipos, le preocupa más construir un equipo que venerar la figura de alguno de sus jugadores.

Jorge Sampaoli, que en algún momento apareció en la terna de candidatos para tomar la banca catalana, pudo haber inclinado la balanza hacia el otro lado. El hoy estratega de la selección argentina ha declarado ante la prensa varias veces su admiración por “Ney” e incluso ha compartido con el jugador en su casa de Barcelona.

La historia ya está escrita y supone un hito en la era de la mercadotecnia futbolera. París se puso a los pies de Neymar a su llegada. La Torre Eiffel se tiño de verde y amarillo para recordarle que está en casa. Hasta el presidente Macron bendijo el fichaje. Sus futuros compañeros ya se soban las manos, quizá ahora por fin Europa será suya, y los hinchas ya hacen fila para comprar su camiseta, la 10, que le cedió el argentino Javier Pastore.

Su presentación en sociedad fue la de un joven príncipe mulato que promete bonanza, siempre con esa sonrisa refulgente en su rostro. Ahora le queda hacer pesar sus galones. En Francia, Neymar quiere ser rey absoluto.