Era el apogeo de su novel carrera. Tras años luciéndose con la camiseta de la Universidad Católica en el fútbol local, a Sebastián Rozental le había llegado la hora de ir a codearse con los grandes a Europa.

El club que fichó al rubio de zurda prodigiosa fue el histórico Glasgow Rangers escocés. Todo era sonrisas y alegría. El “Seba” ya no era el niño que enamoró al país con la sub17. Era un hombre que en Escocia buscaría encumbrase a la altura de Salas y Zamorano para ser el tercer mosquetero de la selección chilena que anhelaba ir al Mundial de Francia.

Llegó el día del debut frente al St.Johnstone. Era un 25 de enero de 1997. La pelota empezó a rodar y al poco andar, el atacante sintió una molestia en la rodilla izquierda. Pero estaba exultante, era su momento cumbre, un dolor no podía arruinar su presentación en sociedad.

Siguió jugando e instantes más tarde entró solo por la izquierda de la zaga rival y definió casi cayéndose ante la salida del arquero. Corrió, gritó y agradeció al cielo mientras sus compañeros, liderados por el mítico inglés Paul Gascoine, lo llenaban de abrazos. Estaba viviendo el sueño de la niñez, el de la pichanga de barrio.

Pero esa realidad soñada se esfumó en cuestión de minutos. Una vez finalizado el encuentro, los médicos del Glasgow diagnosticaron a Rozental una de las lesiones más temidas por los futbolistas: rotura de ligamentos cruzados.

El futbolista chileno optó por irse a operar a Estados Unidos, para muchos el faro de la medicina moderna, pero la operación se hizo mal. Casi dos años estuvo el chileno fuera de las canchas. Nunca volvió a ser el mismo.

A su regreso, sin lugar en los “Gers”, fue enviado a préstamo a la Universidad Católica, para que recuperara viejas sensaciones. Sus estadísticas fueron incuestionables: se convirtió en el goleador del equipo. Pero esa velocidad eléctrica y la gambeta endiablada ya no estaban tan finas como antes.

Regresó a Escocia y allí nada había cambiado para él. Con el Glasgow estuvo seis meses más. Su estancia con el equipo azul se resume en muchos títulos, aunque con pocos minutos y escasos goles. Volvió a Sudamérica, esta vez a Independiente de Argentina. Le dieron la 10 de Ricardo Bochini, el máximo ídolo del club, pero no estuvo a la altura. Hasta hoy es considerado como uno de los peores jugadores que ha pasado por el “Rojo de Avellaneda”.

Emprendió rumbo a Chile. Su deseo interior era volver al club de sus amores, pero la UC lo rechazó y terminó recalando en Colo Colo, traición que aún pesa en varios hinchas de la franja.

“Son las reglas del juego en esta profesión. Si a ti no te quieren de un lado (UC), me voy al otro. Porque en 2001 la UC no me quiso de regreso. Y venía de Argentina, era seleccionado chileno y no me iba a ir a un equipo de provincia. Yo lo tomé como profesional, no me podía quedar sentado en mi casa”, dijo el ariete.

Con el “Cacique”, que ya estaba al borde de la quiebra, tampoco le fue bien. Sin embargo, Europa nuevamente le abrió las puertas. El Grasshopper suizo lo ficho a principios de 2002. En una liga de segunda orden en el “Viejo Continente” y en un país donde el fútbol no se vive con la pasión desbordada de Sudámerica, Rozental quería finalmente despegar. Solo tenía 26 años. Tristemente, su rendimiento no mejoró.

Volvió a Universidad Católica, luego a Unión Española y de nuevo a la Católica. En su última estancia con los cruzados solo anotó un gol. A esas alturas el sueño de jugar con los mejores del mundo estaba hecho añicos y había devenido en el cruel destino de un futbolista errante que buscaba un lugar para seguir viviendo de su pasión.

Partió a Puerto Rico, un destino futbolístico exótico, y tras seis meses llegó a la MLS de Estados Unidos para jugar con la camiseta del Columbus Crew. En Los Ángeles solo estuvo un semestre y volvió a emigrar, esta vez a Israel.

Su condición de judío le abrió las puertas del Maccabi Petah-Tikvah primero y las Maccabi Netanya después. Todo eso en un año. Ahí Rozental colgó los botines, dejando atrás una carrera respetable, pero que pudo haber sido brillante de no ser por esa fatídica tarde de hace 20 años atrás.