Un profundo alarido impregnó todos los rincones de la Universidad de Loyola, en Chicago, el jueves en la noche. Sus pasillos fueron invadidos por el granate y el dorado, la cerveza corrió de mano en mano y las miradas iban hacia las múltiples pantallas gigantes dispuestas en el campus.

Su equipo de básquetbol, los “Ramblers”, se metieron entre los mejores ochos de la NCAA, la competitiva liga universitaria de Estados Unidos. Una proeza para una institución sin presupuesto estratosférico y sin jugadores que aparezcan en las listas de futuras estrellas del próximo draft de la NBA.

Los medios le han dedicado minutos de televisión y páginas de diario a la aventura de la nueva cenicienta de la liga. Las notas se ocupan de los fríos tiradores de última hora, de la identidad que le dio al equipo el entrenador Porter Moser, pero también de Jean Dolores Schmidt, una monja que a sus 98 años aún mantiene la chispa en sus ojos y reza por los suyos.

Kevin C. Cox I Agence France Presse
Kevin C. Cox I Agence France Presse

“Mi teléfono no para de sonar. Está bien para mí… sea lo que sea, sea cual sea el canal, me parece bien. Me encanta para los jóvenes, porque esto también significa mucho para ellos”, afirmó en declaraciones recogidas por la BBC.

A Jean le cuesta mantenerse en pie. Observa los partidos en una silla al bordo de la línea lateral que delimita la cancha, a centímetros de la mesa de control y al lado de una de las bancas. Una serie de arrugas cruzan armónicamente su rostro con manchitas y ni la euforia le despeina las canas. Todos los jugadores le van a chocar las palmas al acabar el encuentro y ella los recibe con el pulgar arriba.

Es la capellán de la universidad, pero excedió los límites de su labor hace mucho: investiga a los rivales, habla con los jugadores antes de que salgan a la duela y da declaraciones después del partido: “Le pedí a Dios que nos ayude. Y les dije que Dios haría su parte si nosotros hacíamos la nuestra. Que juguemos con confianza”.

“En medio de su oración mezcla datos de los rivales. Nos dice quiénes son sus mejores jugadores y qué hay que vigilar. A veces reza para que el árbitro tome las decisiones correctas”, comentó el jugador Clayton Custer.

Ronald Martínez I Agence France Presse
Ronald Martínez I Agence France Presse

Jean Dolores Schmidt jugó básquet y llegó a ser entrenadora. El último título de los “Ramblers”, en 1965, lo miró por televisión. Ya era monja y trabajaba dando clases en Mundelein College, una institución que en los noventa se unió a Loyola.

Allí se hizo guía espiritual de los alumnos y se acercó al equipo. Desde 1994 hasta el año pasado solo se había perdido dos partidos de su equipo. Una lesión en la cadera la alejó por ocho encuentros, aunque los miraba en su iPad y le enviaba mensajes personalizados a cada uno de los jugadores.

El ex presidente Barack Obama, originario de Chicago, le dedicó un tuit tras un triple sobre la chicharra: “Felicidades a @LoyolaChicago y a la Hermana Jean por una sorpresa de último momento. ¡Tenía fe en mi elección!”.

Asiste a los partidos con una bufanda bicolor. En su zapato izquierdo luce la inscripción “Hermana” y en el derecho “Jean”. Antes de cada partido los jugadores hacen un círculo alrededor de ella, para que los proteja e ilumine en el juego.

Kevin C. Cox I Agence France Presse
Kevin C. Cox I Agence France Presse

En una de las paredes de la sala de pesas del equipo, grabaron sus palabras: “Adorar, trabajar y ganar”. Vive austeramente en los dormitorios de la universidad y recibe alumnos todo el día en su oficina.

“Cualquiera puede entrar ahí, no solo nosotros. Ella está para toda la universidad. Ella es una celebridad y todos la aman”, le dijo a ESPN el basquetbolista Cameron Krutwig.