El camino a la fama está lleno de reveses y de caídas. Golpes que escuecen y hieren, pero también van curtiendo, forjando la competitividad y el espíritu de superación. Bien lo sabe Stephen Curry, la estrella de los Golden State Warriors de la NBA.

Esta semana, en medio de un partido de básquet escolar, la sonrisa tímida de la superestrella se asomó en Charlotte Christian High School, la secundaria en la que dio inicio a su carrera. En un gimnasio abarrotado por jóvenes que sueñan con emular sus pasos o, quizá, solo con verlo, se retiró la camiseta número 20, suya hace algunos años atrás.

Más allá de la fanfarria del homenaje, Curry aprovechó de desempolvar sus memorias. Su paso por el instituto no estuvo lleno de títulos, ni de estadísticas desbordantes ni contratos multimillonarios, como otros jugadores a esa edad.

Cuando se hicieron las pruebas para el equipo de baloncesto del instituto, el hoy jugador de los Warriors, por entonces un mozalbete de 58 kilos y 1, 73 metros, quedó relegado a la escuadra B, tal como le pasó a un tal Michael Jordan cuando tenía 15 años.

“Tuve algunas dudas sobre si podía jugar en el nivel universitario en ese momento”, dijo Curry en la ceremonia. Fue un golpe duro al orgullo, pero, dentro de todo, lo encajó bien, buscando los errores en él y no en los demás.

“Desearía haberme esforzado más”, admitió. “Eso me enseñó mucho a conseguir lo que quiero, a retarme y a no dejar que las dudas o lo que la gente diga, o qué tan bajo o delgado seas, te haga pensar que no puedes estar donde quieres“, dijo.

El entrenador de ‘Steph’ por ese entonces, Shonn Brown, ha confesado que no le auguraba un futuro brillante a su dirigido. “Nunca pensé que llegase a ser la estrella que ha llegado a ser, pero esa era la mirada de un hombre… no la de Dios”. Los entrenamientos y los partidos fueron torciendo el juicio del técnico. Algo distinto había en aquel chico.

En una práctica, tres de los pases de Curry terminaron fuera de la duela. Enfadado, Brown fue a encararlo y a preguntarle qué creía que estaba haciendo. La respuesta del armador fue que su compañero debió haber cortado hacia el aro.

Curry en Davidson | Archivo | Agence France Presse
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“Di un paso atrás y me di cuenta que este muchacho ve uno, dos, tres pasos más allá de lo que está sucediendo”, comentó Brown. “Ahora vemos cómo eso se manifiesta una y otra vez”, añadió.

El sueño de Curry era llegar a la NBA, tal como su padre Dell, y lo dejó registrado en el anuario de su último año. Pero a pesar de su considerable mejoría, ninguna de las grandes universidades le ofreció una beca para unirse a sus equipos de baloncesto. Incluso Virginia Tech, casa de estudios en la que su papá brilló, lo descartó. Terminó fichando en Davidson, más conocida por sus artistas que por sus atletas.

“No lo reclutaron por su apariencia, por su tamaño. Por su estatura, la gente lo veía como un base pequeño o mediano. Yo vi brillantez“, aseguró Bob McKillop, su primer entrenador allí.

Tras tres años, Curry se fue de Davidson como el máximo anotador de su historia y miembro del All American (equipo ideal de universitarios). Era la hora de dar el gran salto. Sin embargo, su éxito no impresionó a la mejor liga del mundo. En el draft del 2009, los ‘Wolves’ escogieron dos bases antes que él: Ricky Rubio y Jonny FLynn. La vida lo volvía a poner entre los rezagados.

Archivo | Agence France-Presse
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El tiempo se encargó de poner a cada uno en su lugar. Hoy Curry es el dos veces MVP de la NBA, el ganador de un anillo, un triplista mortífero que castiga desde ángulos y distancias inverosímiles, un jugador con manos mágicas y acrobacias plásticas. El mítico base de Los Angeles Lakers y miembro del ‘Dream Team’, Magic Johnson, ha llegado a decir que va en camino a ser el mejor de la historia. Nada mal para un chico flacucho por el que nadie apostaba un peso.