El clásico europeo se vuelva a tomar el plató del principal escenario continental. Bayern München y el Real Madrid representarán a mitad de semana un nuevo capítulo de una rivalidad épica y longeva. Los suyos son duelos ásperos, rodeados de una atmósfera densa y ardiente. Muy convulsos, de mucho nervio y tacones en punta. Partidos bravos, en los que la pelota quema y se habla mucho, dentro y fuera de la cancha. No pocas veces el ganador de este enfrentamiento ha terminado levantando la orejona.

El Real Madrid es el equipo más ganador del torneo y el Bayern el tercero. Once Champions League engalanan la estantería madridista, cinco las de los rojos. Son los dos equipos que más partidos han disputado en la máxima competencia a nivel de clubes. Y en choques entre ellos, las estadísticas caen del lado de los bávaros. En 22 duelos disputados, once triunfos fueron para los muniqueses, 9 para los madrileños y en dos ocasiones terminaron igualados.

El primer cruce se produjo el 31 de marzo de 1976, en semifinales de la entonces llamada Copa de Europa. El Madrid quería conquistar el continente por séptima vez luego de diez años sin corona, una eternidad para un club que ganó cinco seguidas bajo la batuta del mítico Alfredo Di Stéfano. Su escollo para timbrar boleto al partido decisivo era el elenco teutón que, comandado por Franz Beckenbauer, vivía sus años dorados.

En una llave igualada, las aspiraciones del Madrid se terminaron estrellando con uno de los goleadores más implacables de todos los tiempos: Gerd Müller. Un gol del “Torpedo” le valió al Bayern para robar un empate en España. Pero el hombre que dos años antes le había dado la Copa del Mundo a Alemania no saldría indemne ese día. Müller, al igual que el árbitro austríaco Linemayer, fue agredido por un hincha que saltó a la cancha y que pasó a la historia como el “Loco del Bernabeú”. Ya, en su feudo, el ariete se cobró revancha y remató la serie con un doblete. En Glasgow, Escocia, él y sus compañeros confirmarían su hegemonía continental ganando su tercera Champions al hilo venciendo apretadamente al Saint-Étienne.

Pasaron once años para un nuevo enfrentamiento entre los colosos. En 1987 el Madrid regresaba al máximo certamen europeo tras dos años de ausencia que supo aprovechar muy bien, coronándose seguidamente en la Copa de la UEFA. Era un equipazo, el de la famosa “Quinta del Buitre”. Había fe en que le devolvieran la gloria al Madrid luego de 22 años. El equipo eliminó a la Juventus de Platini y al Estrella Roja. En semis tocaba el Bayern.

El primer partido fue en Alemania. Y el fervor blanco se aplacó en los albores del encuentro. El árbitro Robert Valentine cobró dos penales, uno de ellos por una mano clamorosa, y desdibujó los planes del Real. En poco más de media hora, el Bayern ya ganaba por 3-0 y encarrilaba una eliminatoria que asomaba como titánica. Emilio Butrageño puso un tinte de esperanza en medio del infierno rojo al filo del descanso.

Pero a la vuelta de camarines, Valentine pita otro penal que Lothar Matthaus convirtió en el cuarto gol de su equipo. Juanito, delantero merengue, estaba al borde del descalabro. Apenas contenía la rabia y la frustración. Pero la paciencia se le acabaría rebalsando. Matthaus le entró muy fuerte y por atrás a Chendo. La agresión a su compañero terminó por desquiciar a “Maravilla”, que corrió hacia el alemán y, antes de que se levantase, le pisó la espalda. Lo siguió insultando y, a pesar de que el referí llegó a separarlo, embistió de nuevo contra su contendiente y le pisó la cabeza.

La década del ’90 transcurrió sin cruces hasta que la edición 1999/00 de la Champions los juntó en la liguilla de octavos de final, que se jugaba por grupos. En ambos choques el Bayern se impuso con sendas goleadas. 2-4 en la capital española y 4-1 en Múnich. Los alemanes marchaban a todo vapor, impulsados por el desagradable recuerdo del título que el año pasado habían perdido increíblemente ante el Manchester United en los descuentos. Para instalarse en la final, y sacarse esa espina, debían vencer nuevamente al contrincante que habían masacrado hace apenas unos meses.

Pero la historia sería distinta. Con Nikolas Anelka, aquel francés itinerante que paseó sus goles por grandes de Europa, como principal figura, el Madrid se cobró revancha y tumbó a su “Bestia Negra”, allanando el camino a su octava Champions, que finalmente conseguiría en París ante el Valencia de Santiago Cañizares y Miguel Ángel Angulo.

Ese fue el inicio de una tretalogía en temporadas sucesivas. Al año siguiente, de nuevo en semifinales, y con una tremenda polémica arbitral, el Bayern se llevó ajustadas victorias en ambos partidos y se instaló en una final que terminaría ganando por penales ante el Valencia.

En el siguiente curso, el 2002-03, nuevamente salieron al ruedo en medio de un ambiente crispado, esta vez por cuartos de final. En Alemania, el Madrid dilapidó en 10 minutos lo que había conseguido en 80 y el Bayern se terminó imponiendo con lo justo. “El Madrid se caga en los pantalones bajo presión”, expresó el centrocampista bosnio del “Gigante de Baviera”, Hasan Salihamidzci . El portero Oliver Kahn, en tanto, también se despachó a gusto: “Graban anuncios, se exhiben, pero no juegan al fútbol, no me meterán dos goles en la vuelta”.

El imponente y rabioso cancerbero germano se tuvo que tragar sus palabras: el Madrid, con goles de Iván Helguera y “Guti”, se quedó con la serie. Su camino en la Champions acabaría con final feliz merced a la monumental volea de Zinedine Zidane en la final ante el Leverkusen.

El último de esa serie de cuatro llaves consecutivas fue un choque por octavos. El ambiente estaba caldeado. Los jugadores ya se conocían bien. Había resentimiento derivado de viejas rencillas. Kahn alimentaba el odio con su verborrea y, también, por negarse a cambiar camisetas con un joven Iker Casillas en un partido entre selecciones.

En el Olímpico empataron a uno. Y la vuelta fue para el Madrid por 1-0, con gol de Zidane, pero que se gritó con más fuerza de la habitual al ser provocado por un error del cancerbero visitante.

Tres temporadas después se volvieron a encontrar en octavos de final. En el partido de ida, el Madrid se imponía por 3-1, pero un gol de Mark Van Bommel, que celebró haciéndole un corte de mangas a la tribuna, complicó las cosas de cara a la vuelta.

Ya en el Allianz Arena, estrenado para el mundial del 2006, todo se derrumbó muy rápido para la visita: Roy Makaay anotó el que es, a la fecha, el gol más rápido de la Champions. Once segundos se demoró en marcar el holandés. El partido terminó 2-1 para los bávaros y se metieron en cuartos.

Volvieron a encontrarse en 2012. Y el Bayern perpetúo la maldición en semis de José Mourinho, que por fin le había podido quitar la liga al Barcelona de Pep Guardiola. Luego de perder ajustadamente en Múnich, el Madrid salió con toda la caballería en el Bernabeú y rápidamente sacó la ventaja que necesitaba para instalarse en la final. Pero Arjen Robben igualó la serie cuando peor jugaba su equipo. Fueron a la tanda de penales. Allí Bastian Schweinsteiger definió, pero lo que quedó en la memoria fue el grosero desvío de Sergio Ramos.

En este constante dar y recibir, el Real Madrid encontraría la redención. Con Pep Guardiola en el banquillo y con la última Champions en sus atiborradas vitrinas, el Bayern llegaba como favorito ante un rival que en liga había sucumbido ante el rigor espartano del Atlético de Diego Simeone. Los primeros noventa minutos se jugaron en la “Casa Blanca”. En un partido trabado y muy parejo, el Madrid sacó una luz de ventaja en la ida. Una diferencia exigua que no muchos creían se podría mantener en el Allianz Arena.

Pero en Alemania el Madrid dio un recital. Con autoridad y sin complejos anuló el juego de posesión del técnico catalán. Cada contragolpe y cada pelota detenida escocían la última línea de un local sufriente y sin respuestas. Dos de Ramos y dos de Cristiano Ronaldo sellaron un triunfo rotundo para los de Ancelotti, hoy técnico del Bayern. En la final, los “merengues” conquistarían la décima, el fetiche perseguido por una década ante sus vecinos de Madrid.

Al partido del miércoles ambos llegan con buen papel. Los dos son líderes en sus respectivas ligas y sin grandes ausencias. El Bayern viene de destrozar al Arsenal en octavos y el Real, sin tanta pirotecnia, pasó sin problemas ante el Napoli. Con el ruedo de la pelota empezará a escribirse un nuevo capítulo de esta batalla entre gigantes. Veremos quién reirá esta vez.