Ni Pelé, ni Romario, ni Gerd Müller, ni Lionel Messi. El máximo goleador de todos los tiempos fue un austríaco tímido y sin prensa. Su nombre, Josef Bican. Su leyenda la labró en Checoslovaquia mientras huía de la guerra y de cualquier totalitarismo. Esta es el relato de la vida de un grande silenciado por la historia.

Bican nació en Viena
. Su incursión en el mundo del fútbol la hizo de la mano de su padre, un antiguo jugador del Hertha de Viena que logró sobrevivir a la Primera Guerra Mundial, pero que abrazó la muerte producto de un golpe en el riñón que recibió durante un partido y que nunca quiso tratarse.

La ausencia del padre ahondó aún más la pobreza de la familia. El pequeño Josef tenía que jugar descalzo al fútbol, situación que años después desdramatizaba afirmando que gracias a eso pudo desarrollar su exquisito control de balón.

A los 12 años el niño se sumó a las filas del Hertha, pero como el dinero escaseaba en el hogar, también jugaba para los equipos de las empresas Fanberlutz y Schustek, en las que además trabajaba. En la cancha el joven parecía olvidar la miseria material que rodeaba su vida y se dejaba llevar por el éxtasis del gol. Su voracidad en el área llamó la atención del Rapid de Viena, uno de los clubes más grandes de Austria, con el que fichó a los 18 años.

Le tomó dos temporadas aclimatarse a su nuevo equipo, pero en 1933 hizo eclosión. Fue goleador y campeón de liga. Se hizo conocido como un artillero letal, capaz de pegarle a la pelota con las dos piernas, de hábil maniobrar y tan rápido que podía correr los 100 metros en 10,8 segundos. Los que lo vieron jugar afirman que de cada diez ocasiones de gol, sólo fallaba una.

Sus buenas actuaciones le valieron un llamado para formar parte de la selección austríaca, con la que jugó el Mundial de Italia 1934, campeonato en el que su escuadra sucumbió en un polémico partido ante el cuadro local, con el dictador fascista Benito Mussolini en las tribunas.

Captura | Youtube
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Luego del Mundial, y tras anotar a destajo y coronarse campeón local con el Rapid, Bican emprendió rumbo al Admira, en la misma ciudad del vals. Allí se encontró con varios compañeros de la selección y juntos dominaron el fútbol austríaco por dos años hasta que ‘Pepi’, huyendo del régimen nazi que ya se había tomado el país, aceptó una oferta del Slavia Praga para ir a jugar a Checoslovaquia, la tierra de sus antepasados.

Empezó a perforar redes apenas se puso la camiseta albirroja de su nuevo club. No necesitó de ninguna adaptación, estaba en casa. En ocho temporadas labró su leyenda a punta de goles. Hizo 328 goles y en un solo curso embocó 57 veces, en 24 partidos. Nadie hizo más goles que él en toda Europa entre 1939 y 1944. Sus tantos llevaron al Praga a la gloria.

En ese período, se nacionalizó y empezó a jugar con la selección checa. También defendió a la de Bohemia y Moravia durante la Segunda Guerra Mundial, conflicto que descontinúo las ligas y le impidió a Bican anotar aún más goles.

Los clubes más importantes del Viejo Continente tocaron a la puerta del artillero una vez finalizado el conflicto bélico. La Juventus se mostraba como la más interesada. Pero Bican rechazó al cuadro bianconero por temor a que los comunistas tomaron el poder en Italia tras la guerra. Paradójicamente, el comunismo acabó triunfando en su país un par de años más tarde.

Bican declinó sumarse al Partido Comunista de Checoslovaquia, por lo que fue forzado a dejar la ciudad de Praga y, por consiguiente, a su querido Slavia. Los medios y el régimen lo acusaban de ídolo burgués. Se fue al FC Vitkovice, equipo de la segunda división con el que mantuvo su pulso goleador y logró ascender a Primera. Luego pasó al Hradec Kralové, también de la segunda categoría. Tras unos pocos meses, los problemas económicos del cuadro vitroci lo obligaron a dejar el equipo. Aún con algunos cartuchos por quemar, volvió al Slavia (que había cambiado su nombre a Dynamo de Praga) en calidad de entrenador-jugador. Cerró su rutilante carrera a los 41 años.

Los datos de la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) dicen que Bican hizo 518 goles en solo 341 partidos de Primera División, lo que lo convierte en el segundo jugador con mejor promedio de gol en la historia de fútbol, siendo superado solo por el portugués Fernando Peyroteo.

Si se le suman los goles en copas nacionales y en partidos con las distintas selecciones que defendió, su cuota goleadora asciende a 805 en 503 partidos, de acuerdo a la Rec.Sport.Soccer Statistics Foundation (RSSSF).

Sin embargo, muchos historiadores –contando goles en amistosos- sitúan a Pepi como el máximo goleador de todos los tiempos con 1467 tantos a su haber, superando a emblemas como Pelé y Gerd Müller.

Bican fue más allá y aseguró que estas cifras no le hacen justicia a la estela de goles que dejó en Austria y Checoslovaquia. “En toda mi carrera marqué, efectivamente, cinco mil goles. Tengo entendido que Pelé, contándole los de los entrenamientos, mil quinientos. Eso me lleva a pensar que entre Pelé y yo no hay color. Y eso que la Segunda Guerra Mundial me robó siete años buenos, cuando estaba en mi mejor forma. ¿Qué cuántos goles habría marcado en estos siete años? Pues seguramente una cifra respetable”, afirmó.

“La auténtica eclosión mediática internacional del fútbol se produjo con la Copa de Europa a finales de los años 1950. Ahí se conocieron a figuras como Puskas y Di Stefano. Bican es de una época anterior“, dice el historiador de la Universidad de Praga, Roman Horak, tratando de explicar el gran desconocimiento que hay sobre la figura de este prolífico rompe redes.

Captura | Youtube
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Tras colgar las botas, Bican ejerció como entrenador por 20 años, dirigiendo al Slovan Liberec, al Spartak Brno, al Banik Pribram, al Hradec Kralove, al Kladno, al Tongeren belga y al Benesov.

A mediados de los ’80 cortó todo vínculo con el fútbol. Creía que el juego al que dedicó su vida había perdido su esencia ante el poder de los billetes. Trabajó como obrero, conductor de buses y alimentado animales en un zoológico de Praga.

Murió en diciembre del 2001 a los 88 años, a causa de problemas cardíacos. No hubo grandes homenajes y hoy poco se le recuerda, pero su nombre quedó grabado a fuego en la historia por la huella imperecedera de sus goles.