El destacado director nacional Juan Pablo Izquierdo condujo, el reciente fin de semana, a la Orquesta Sinfónica de Chile en el programa “Tragedia Poética”, que formaron la Obertura “Prometeo” de Beethoven, la Sinfonía número 4 “Trágica” de Schubert y los poemas sinfónicos “Orfeo” y “Los Preludios” de Liszt.

Con una mano firme, una batuta severa y sabia, inteligente y llena de energía, Izquierdo supo manejar y darle gran impulso a la Sinfónica, que una vez más, cumplió una labor esforzada, de alto nivel técnico y con músicos dotados de grandes virtudes, con momentos de elevado nivel.

La Obertura “Prometeo”, obra concebida como el primer movimiento de un ballet llamado “Las criaturas de Prometeo” (Die Geschöpfe des Prometheus), el que poseía un argumento escrito en 1801 por el bailarín y músico Salvatore Viganò. En ella, Izquierdo sacó debido provecho a cuerdas y vientos, para redondear una aplaudida expresión musical, que arrancó muchos aplausos del público.

Lo mismo vale para la Sinfonía N° 4 “Trágica”, de Franz Schubert, concebida en 1816, cuando el compositor tenía apenas 19 años de edad. Sin embargo no fue estrenada sino hasta 1849, más de dos décadas después de la muerte del músico austriaco. Una bella composición, en que el director supo sacar partido a la labor, principalmente de las cuerdas y las maderas,con un tema musical entre clásico y romántico, muy en la onda del autor.

Después del intermedio, la Sinfónica con su artillería instrumental completa, brindó dos poemas sinfónicos del compositor austro-húngaro Franz Liszt, uno de los máximos referentes del romanticismo musical europeo. De ellos, vale la pena mencionar a “Los Preludios”, por sobre “Orfeo” tema muy popular, especialmente en el siglo XX, en que lucieron por igual, con la sorprendente faena de Izquierdo, en que brillaron, cuerdas y maderas, dentro de un clima de mucho empuje, dirigido acertamente por Izquierdo.

Juan Pablo Izquierdo señaló en relación a Liszt: “fue uno de los grandes compositores del siglo XIX. Era un superdotado y además un músico que inspiró a otros, de hecho, es de alguna manera es el gran inspirador de la nueva escuela alemana”. “Las fuentes inspiradoras de Liszt eran precisamente Schubert y Beethoven, ellos eran la piedra angular de todo ese grupo de músicos, a tal punto que Liszt hizo arreglos de las sinfonías de Beethoven en el piano, obras que en ese entonces no se conocían mucho”, agregó.

Orfeo (1854) es parte de su serie de doce obras escritas durante su período como Kapellmeister en la ciudad germana de Weimar. Es la obra más breve y contemplativa de sus poemas sinfónicos, esta composición no narra musicalmente ninguna historia, salvo la inclusión del arpa en la instrumentación, hecho que constituiría la alusión más explícita a la lira del llamado por Píndaro “el padre de los cantos”.

El concierto cerró con Los Preludios, quizás el más famoso de los poemas sinfónicos de Liszt, inspirado en el poema homónimo escrito por Alphonse de Lamartine, incluido en sus “Nuevas meditaciones poéticas” (originalmente Les Nouvelles Méditations), publicado en 1823.