Aunque el trío de solistas principales del segundo reparto para esta obra en el Teatro Municipal de Santiago debieron cantar tres días seguidos -en el ensayo general del lunes, reemplazando a sus colegas internacionales enfermos en la función del martes, y en su propio estreno del miércoles en la noche-, de todos modos se lucieron. En la ocasión realizó su debut como director de ópera Paolo Bortolameolli, la batuta chilena más elogiada de su generación en los últimos años.

Por Joel Poblete

Muy bien recibido por el público y elogiado con entusiasmo por la crítica en el debut del elenco internacional, el regreso de la ópera “Tancredo” de Gioachino Rossini, ausente por más de 170 años de escenarios chilenos y por primera vez representada en el Teatro Municipal de Santiago, también cuenta con un atractivo segundo reparto, el llamado elenco estelar, compuesto en su mayoría por cantantes locales. Y en esta ocasión, los tres intérpretes principales han sido particularmente exigidos: no sólo cantaron en su ensayo general el lunes 25 y en su debut oficial la noche del miércoles 27, sino además debieron reemplazar a sus colegas del elenco internacional, cuando los tres solistas debieron cancelar por enfermedad en la función del martes 26. En consecuencia, cantaron tres días seguidos, factor que no puede ser eludido al momento de juzgar el espectáculo del miércoles.

La función se desarrolló nuevamente en el estupendo marco de la bella puesta en escena, coproducción con la Ópera de Lausanne, Suiza (donde se estrenó el año pasado), que traslada la historia original desde la Siracusa de la antigüedad, hasta principios del siglo XX. Comandado por el prestigioso director teatral español Emilio Sagi, con escenografía de Daniel Bianco, vestuario de Pepa Ojanguren e iluminación de Eduardo Bravo, el elegante, noble y sobrio montaje es el contexto visual ideal para este drama romántico entrelazado con situaciones políticas e históricas.

A pesar del esfuerzo de haber cantado los dos días anteriores, los tres protagonistas tuvieron un muy buen desempeño, algo digno de resaltar considerando las enormes exigencias vocales de sus personajes, lo que habría hecho entendible que mostraran signos de agotamiento.

Siempre activa en los principales escenarios nacionales, la mezzosoprano chilena Evelyn Ramírez ha estado presente en cada una de las tres óperas que el Municipal ha presentado hasta ahora en la actual temporada lírica: en mayo fue la Ciega en “La Gioconda”, en junio la viuda Begbick en “Auge y caída de la ciudad de Mahagonny” y ahora como protagonista de “Tancredo”, en el travestido papel homónimo. Todos roles muy distintos en estilo vocal y exigencias teatrales, lo que prueba el amplio rango artístico de la artista. Rossini le queda muy bien a su voz, como lo ha demostrado ya en ese teatro en comedias de ese autor como “El barbero de Sevilla” y “La italiana en Argel”; ahora asumió el personaje protagónico con convicción escénica y su habitual sentido estilístico, luciendo especialmente sus notas medias y graves y manejando mejor su volumen y proyección que en la ópera anterior, aunque en algunos momentos los agudos y ciertas agilidades parecen exigirle más de la cuenta.

Ramírez destacó particularmente tanto en sus escenas solistas -“Di tanti palpiti” y “Ah! che scordar non so”-, como especialmente en los bellos y sutiles dúos con Amenaide, su amada en la ficción, interpretada por la reconocida soprano Patricia Cifuentes. Rancagüinas ambas, han actuado muchas veces juntas en ese y otros teatros, y se nota por lo bien afiatadas que están sus voces. Cifuentes encarnó su rol con sensibilidad y sutileza, y supo resolver con inteligencia las exigencias vocales, coloraturas y agudos, en particular su acertada entrega de su escena “Giusto Dio, che umile adoro”.

Por su parte, el tenor ruso Anton Rositskiy ya había actuado en el Municipal anteriormente, abordando a dos de los tres compositores italianos que encarnan la esencia del repertorio conocido como bel canto: Donizetti y Bellini, de quienes respectivamente cantó acá en “El elixir de amor” en 2013 y “Los puritanos” en 2014, siempre en el elenco estelar. Le faltaba completar el trío con Rossini, y ahora fue el turno, encarnando el demandante personaje de Argirio, padre de Amenaide. En sus presentaciones anteriores ya nos habían llamado la atención su particular color y timbre vocal que evoca a algunos tenores de tiempos antiguos, y el arrojo con que enfrenta las notas agudas, algo que en este rol es fundamental; reforzamos la impresión previa, y aunque su emisión y estilo parecieron más irregulares y menos consistentes que en las actuaciones previas, no se puede negar que superó los escollos de sus números solistas, más cómodamente en “Pensa che sei mia figlia” que en la peliaguda “Ah! segnar invan io tento”.

Además de estos tres cantantes que debieron actuar tres días seguidos, el elenco estelar incluyó al siempre solvente bajo-barítono cubano-chileno Homero Pérez-Miranda como Orbazzano, quien aportó mayor relevancia y madurez escénica al personaje en comparación con su colega del otro reparto. Como Isaura, la mezzosoprano María José Uribarri mostró una voz de atractivo timbre en las notas medias, pero quizás debe trabajar aún más la emisión y proyección de su material, en particular en los extremos, y su presencia escénica fue algo discreta. Por otro lado, luego de positivas actuaciones en los últimos años, la soprano Marcela González ha tenido una excelente etapa en lo que va de 2016 en distintas óperas y escenarios, considerando su sexy Zerlina en el “Don Giovanni” del Teatro Regional de Rancagua y su estupenda Corilla en “Le convenienze ed inconvenienze teatrali” en el Teatro Municipal de Las Condes; ahora, demostró que cuando hay talento y buenas condiciones vocales, es posible lucirse incluso en un rol secundario como Roggiero en la ópera de Rossini, como confirmó con su excelente entrega del aria “Torni alfin ridente”, cantada con gusto, bonita voz, buen volumen y coronada con un sólido y sonoro agudo que sorprendió al público, a juzgar por los efusivos aplausos posteriores. Una cantante en indiscutible y prometedor ascenso.

Los demás componentes musicales volvieron a destacar: las lucidas voces masculinas del Coro del Teatro Municipal que dirige Jorge Klastornik, y el apoyo de los recitativos a cargo de Jorge Hevia en el clavecín.

La Filarmónica de Santiago fue guiada por la batuta de quien en los últimos tres años ha sido elogiado por los críticos y el público como la mayor revelación entre los directores chilenos de su generación, con presentaciones habituales frente a las principales agrupaciones del país, incluyendo por cierto la orquesta del Municipal: Pablo Bortolameolli, haciendo aquí al fin su debut al frente de una función de ópera. El músico abordó el desafío con su rigurosidad y entusiasmo habituales, pero los resultados fueron desiguales y no convencieron por completo, a pesar de ser muy aplaudido al término de la función y aunque hay que reconocer que en el segundo acto se notó una progresión en comparación con el primero, donde el equilibrio sonoro entre la orquesta, los solistas y el coro en los números de conjunto no siempre había estado bien definido, incluso en el contagioso final del acto. También sería posible disentir en la velocidad adoptada en algunos tiempos, pero de todos modos no se puede dejar de recordar que se trataba de un debut como director de ópera, y en una obra que en apariencia es más sencilla que algunas exigentes piezas sinfónicas donde Bortolameolli ha destacado, pero en verdad también plantea demandas no menores en cuanto a estilo y múltiples sutilezas orquestales. De todos modos la joven batuta demostró preocupación y cuidado al guiar a los cantantes -en especial en las arias y los dúos-, y probablemente con el paso del tiempo se irá perfeccionando cada vez más en el abordaje del género lírico. Entrega, talento y pasión sin duda no le faltan.

La segunda y última función del elenco estelar de “Tancredo” será este viernes 29, y las últimas dos del elenco internacional serán este jueves 28 y sábado 30.