Buscando a Nemo (2003) no solo le significó el primer Oscar a Pixar sino que se convirtió en esas películas inolvidables, no solo por la belleza e imaginación con que fue creado el mundo submarino sino por la dramática historia que relataba. Un pequeño pez con su aleta rota, que tras sufrir la muerte de su madre, es cuidado amorosamente por su padre del que de pronto es separado.

En su viaje buscándolo, conoce a los más variopintos y divertidos seres, el mejor de ellos, Dory, una pez cirujano con un “pequeño” defecto: tiene serios problemas de memoria.

En 2016 Disney Pixar decidió entonces crearle su propia película: Buscando a Dory. Ahora ella vive feliz en el arrecife de coral junto a Nemo y Marlin.

Hasta que un día algo le recuerda, como breves flashes, que ella alguna vez tuvo una familia, un padre y una madre. Decidida a encontrarlos, y acompañada por sus amigos, emprende un viaje lleno de aventuras y sorpresas.

Buscando a Dory es una película bella y magníficamente realizada. Y es una preciosa historia sobre la importancia de la auténtica amistad y la relevancia de que nos ayudemos unos a otros.

También apunta a algo muy relevante: que para cualquier ser, los gestos de amor y comprensión son lo más valioso que pueden recibir de sus padres o de quienes los cuidan; es eso lo que los formará y que no olvidarán jamás. Pero esto no es Buscando a Nemo: no tiene su intensidad dramática, ni sus emocionantes momentos.

Hay humor (entre lo mejor, la alusión a Sigourney Weaver) y mucho personaje secundario, alguno más atractivo que otro, pero ninguno con el encanto que tuvo, como tal, la propia Dory. Ciertamente se deja ver y muy bien.

IDEAL PARA: entender qué es lo importante cuando se cría a un/a hijo/a.

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