Frente al auge de la censura, los blogueros chinos se refugian en la aplicación de mensajería móvil WeChat, que les permite publicar sin intermediarios y aspirar a ganar miles de yuanes gracias a las “propinas” de los lectores.

Tal es el caso de Qiao Mu, un exprofesor y alto responsable de la prestigiosa Universidad de Lenguas Extranjeras de Pekín, quien tiene prohibido dar clase desde 2014 debido a sus artículos, que publica ahora gracias a esta aplicación de mensajería para smartphones.

Tras el bloqueo de Facebook y Twitter en China, WeChat, que cuenta con 900 millones de usuarios y potenciales lectores, se convirtió en la red social preferida de los blogueros insumisos, a pesar de que las autoridades vigilen de cerca la aplicación.

“Amo a mi país y quiero cambiarlo. Si quiero sensibilizar a la mayoría de la población china, debo tolerar la censura y escribir en chino”, explica a la AFP Qiao Mu, de 47 años.

Los usuarios de WeChat pueden publicar artículos desde sus cuentas públicas. Los demás usuarios tienen la posibilidad de abonarse a la cuenta y, si les gusta el contenido, enviarle propinas al autor, que pueden ir de cinco a 200 yuanes (entre 0,60 y 25 euros).

Qiao Mu gana de este modo al menos 1.000 yuanes (130 euros) por artículo. Un monto considerable, en un país en donde el salario promedio mensual es de 6.700 yuanes (770 euros).

El exprofesor creó en total 15 cuentas en WeChat desde 2012, pero los censores cerraron la mayoría tras la publicación de crónicas políticas. Sus tres cuentas aún en actividad cuentan con 15.000 seguidores, y le permiten, si un articulo es censurado, sencillamente copiarlo en otra cuenta.

Sex and the City

Estas tácticas se han vuelto indispensables, en un marco donde la presión sobre escritores y universitarios se intensifica desde la llegada al poder del presidente chino Xi Jinping, a fines de 2012.

“De alguna forma, (WeChat permite) una democratización del mundo literario. Como recompensa a aquellos que aman leer, los internautas crean sus propios éxitos literarios, lo que permite modificar el statu quo de la literatura china”, estima Manya Koetse, redactora jefe de “What’s on Weibo”, un sitio web de observación de las redes sociales chinas.

Los escritores independientes pueden ganar dinero también albergando publicidad en sus cuentas públicas.

Mi Meng, que escribe con humor sobre las relaciones amorosas, como el personaje de Carrie Bradshaw en la serie estadounidense Sex and the City, tiene más de 10 millones de lectores en WeChat.

Una audiencia que acarrea ganancias, ya que insertar una publicidad en su cuenta puede costar hasta 500.000 yuanes (64.000 euros).

En 2014, Ye Weimin abandonó su puesto de periodista en el semanario Nanfang Zhoumo, tras una ofensiva de las autoridades contra el periódico de Cantón (sur), conocido en aquella época por sus investigaciones incisivas que rozaban los límites de la censura.

El periodista trabaja ahora en el sector financiero de Pekín y vende en línea tutoriales en video con clases de periodismo.

“No esperaba que alrededor de 3.000 personas pagasen por mis cursos en línea”, se asombra.

‘Me autocensuro’

En 2013, las autoridades arrestaron o cerraron las cuentas de varios columnistas en línea célebres.

También desde ese año, los internautas chinos se exponen a hasta tres años de prisión si publican mensajes considerados “difamatorios” que hayan sido compartidos más de 500 veces o vistos más de 5.000 veces.

Nuevas reglas en vigor desde junio de 2017 exigen también que las plataformas en línea obtengan una autorización para publicar información o comentarios sobre el gobierno.

Todo esto no disuade a Qiao Mu de desafiar los límites de la censura. El pasado 13 de julio publicó un artículo sobre la muerte del disidente chino y premio Nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo.

“Rendía simplemente homenaje a un hombre y a su contribución al diálogo pacifista, pero el artículo fue inmediatamente borrado”, se lamenta Qiao.

“Si lo que escribo es demasiado político, nadie lo leerá y mi cuenta será eliminada. La gente quiere que la diviertan, y sabe muy bien leer entre líneas”, explica el escritor, y añade, “para subsistir, me autocensuro”.