Estados Unidos jugó su apuesta mayor a lo que Occidente cree que es el poker estratégico mundial. Lanzó 103 misiles desde barcos en el mar Rojo y aviones bombarderos de sus bases y al igual que el año pasado tuvo cuidado de dar amplios rodeos para evitar cruzar por las zonas defendidas por las fuerzas de Rusia.

32 de sus 103 misiles cayeron sobre instalaciones militares del Gobierno de Siria que habían sido evacuadas dos días antes por el aviso de los servicios de inteligencia ruso, por lo que no había ni presencia humana ni de elementos técnicos valiosos.

Así, no fue más que un ruidoso evento publicitario que no altera ni en los más mínimo la situación estratégica en Siria y también en Irak.

En consecuencia al ataque, Rusia anunció que ahora proporcionará a Siria baterías de sus poderosos misiles con nuevos avances tecnológicos y nuevos radares de detección temprana.

El daño que provocó el ataque de Estados Unidos y sus asistentes contra Siria fue materialmente insignificante, pero el daño al prestigio a la supuesta justificación de la coalición es bastante mayor, aun sin contar los efectos estratégicos previsibles, pero ¿Qué efecto ha tenido sobre Rusia?

Washington Post en su titular del sábado destaca burlonamente que Rusia reaccionó con palabras pero sin acciones militares. ¿Implica eso que puede ser un aliado tan poco fiable como Estados Unidos? Occidente puede blofear como jugando poker, pero ni Rusia ni China juegan poker, juegan ajedrez.

Estados Unidos elevó al máximo su apuesta con el ataque a Siria, mientras que Rusia y Pekín siguen actuando de forma racional. Es posible que el ataque haya sido un punto de quiebre del bluff occidental, y que de adelante la alternativa sea equilibrio en guerra fría o caos nuclear.

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